En un ay siguen estos días muchos profesores primarios, secundarios y efeperos tratando de desentrañar el neoespañol demencial en que viene escrita la LOMCE, la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa, que nos dejó como regalo el ministro Wert antes de que le diesen la patada escaleras arriba, como embajador jefe de España ante la OCDE, en la dulce París. Y, a lo mejor, tanto tiempo perdido por los docentes buceando en los abismos de la nueva terminología no vale para nada si el gobierno que salga del 20-D viene con nueva ordenanza bajo el brazo y nuevo léxico prendido de la lengua. Todo con tal de arruinar la enseñanza y que a la cola sigamos, no sea que los alumnos den en leer y pensar y vayamos así a armarla no creando borregos sino ciudadanos. Cuidadín.
Agárrense, que vienen curvas. Aquí llega el nuevo lenguaje lomcero que sigo examinando gracias a unas cuantas webs en las que se afanan sus autores por ponerlo clarito, los pobres. Para hacer una programación correcta del curso, la LOMCE pide comenzar con un "esquema secuenciado de las unidades formativas". Ya oigo a los inspectores educativos: "Secuéncieme el esquema, señor profesor", lo cual suena a porno duro o así. Hablando de secuenciar, también hay que "secuenciar los estándares de aprendizaje evaluables", con lo cual las admoniciones de la inspección suenan aún más tenebrosas: "Secuéncieme el esquema y secuéncieme los estándares, señora profesora". A ver si vamos a tener un disgusto y una denuncia por acoso sexual por culpa de este lenguaje del diablo. Una vez secuenciada la secuenciación secuenciacionadora, se distribuyen los estándares en las unidades correspondientes. ¿Qué tragedias no se avecinan en los hogares de los docentes? "¿Qué estás haciendo tanto tiempo frente al ordenador, Luis José?", preguntará la esposa. "Aquí, distribuyendo estándares", responderá el aludido antes de oír la sentencia definitiva: "Ya, ya. Eso se lo dirás a todas". Vale más tomárselo así, a cachondeo, pues cachondeo parece tal modo de redactar leyes. Porque surge un problema, un intríngulis, en un laberinto vagamos: "¿Dónde se han de ubicar los estándares que son concretos y se trabajan y evalúan en una unidad o momento determinado pero el alumno puede alcanzar un nivel de logro mayor a final de curso?". Eso es, así se habla: ¿Dónde los ubicamos? ¿Qué será "un nivel de logro" e incluso "un nivel de logro mayor"? ¿Qué pinta ese "pero" ahí entrometido? ¿De qué planeta han aterrizado con tal idioma? ¿Del planeta Lomce y hablando lomceés o lomcesano? Pues aquí va la solución a enigmas tales, solución sencilla, clara, distinta, explicada para que cualquier mamá y cualquier papá la entiendan a la perfección perfecta, oyes: "Si el estándar se evalúa en la 1ª evaluación tendrá su valoración por parte del maestro en ese momento para la media de la 1ª evaluación pero para la calificación de la evaluación final deberá volver a valorarse en el caso de que proceda ser modificado el nivel de logro alcanzado por el alumno a final de curso". ¿Lo han entendido? Yo, tampoco. Parece ser que yo evalúo un estándar (sea eso lo que fuere) en el primer trimestre con el fin de hacer la media para la evaluación de ese periodo lectivo. Pero, cuando llegue junio, tengo que volver a evaluarlo si lo tengo que volver a evaluar por culpa de que el chaval haya conseguido un nivel de logro (sea eso lo que fuere) en esos meses. Así que, en el caso de que un padre o una madre o una alumna o un alumno me pregunten si la nota es de suspenso o de aprobado o de peso o como se llame, responderé: "¡Y yo qué sé! ¿No me ven aquí, escalando esta montaña de papeles, evaluando estándares estandarizados a ver si tengo que reevaluar lo evaluado evaluativamente por el nivel de logro logrativo logracional". Igual me gano una denuncia por locura transitoria idiomática. Seguiremos informando.
