La Nueva España

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Estamos ya en vísperas de la visperona o gran víspera del día "veintededi", cuando la gente de bien, de orden, obediente, fiel a la agrupación política por la que quiere ser gobernada y a la que, mediante una papela, papeleta, le dará el sí quiero y, tras haber introducido el papel por la ranura de la urna, para participar en esa liturgia o ceremonia o ritual cuatrienal, se sentirá "alguien", como dice Rita María Bourbon -cuyo apellido proviene de su abuelo de Auvernia que vino a España, no a soplar gaitas como otros, sino a Gijón, a trabajar de soplador de vidrio- para referirse a quien es una persona destacada, no alguien de medio pelo y sin tilde.

Rita María es una votante fervorosa, pues califica el hecho de abstenerse de sacrílego, de profanación grave, de injuria a la comunidad a la que se pertenece, de menosprecio al resto de la ciudadanía y de más pecados merecedores del infierno, pese a que es una viuda dulce, tierna, nada violenta, con rasgos infantiloides debido sin duda a que su marido, que le llevaba muchísimos años, la trataba, no como un padre cariñoso, sino como un abuelo trovador enamorado de su nieta, a la que mimara y diera besitos sin que planease jamás por su cabeza la sombra del incesto.

Y respecto de esto de votar o no le pregunté a una peluquera si habían aumentado de forma notoria las peticiones de hora para tinte, corte, lavado y peinado de pelo y manicura para el sábado "diecinuevededi", jornada de reflexión para los posibles electos que no pueden hacer públicas deposiciones sobre sus ofertas fantasiosas de progreso y cambios beneficiosos generales y me dijo que sí, que ese día siempre se le llenaba la "pelu", "porque igual sales en la foto de un periódico cuando estás en la cola esperando turno para la votación, y no es plan que te saquen con unas greñas como las de la Lloca del Rinconín". Le dije que el sector de peluquería entonces estaría contento y se le transfiguró la cara, semejándose a la de la bruja Cirila, de uno de los cuentos de Elena Fortún; y empezó a hablarme con toda rabia de que esa actividad era un oficio estrujado salvajemente por los impuestos con que lo castigaba esa pandilla de calvos mentales y de usuarios de peluquín y bisoñé que eran los mangoneantes mangantes; y añadió, bajando la voz y adoptando el tono de miedo y misterio que se usaba hace años para pronunciar la palabra de masón, que se alegraba mucho, remucho de que, como siempre pasaba, ganaran los abstencionistas.

Después me encontré con Osane, que quiere que la llamen Remedios, la traducción de su nombre vasco al español, y me contó que le preocupaba sobremanera, hasta la furia, que nadie de los aspirantes o, mejor, aspiradores de bienestar y de derechos, llevara en su cuadernito, no propuestas, sino compromisos firmes y firmados que tendrían que cumplir pues, de lo contrario, deberían largarse y dejar el puesto a otro más capaz, acerca de la contaminación y envenenamiento medioambiental que era pavoroso y ya se había convertido en pandemia y algunos lo seguían tomando a risitas, risas y risotadas que pronto se harían muy amargas. Y también hablamos de la abstención y estuvo de acuerdo en que no todas las personas que no votan lo hacen porque sean ácratas, sino que hay también muchos que se abstienen porque son población superflua, los pobres de verdad, que nacieron pobres, crecieron despojados de todo y envejecen y mueren en su inmundo, submundo de parias, de no seres, que son nada, nadie; y asimismo recordamos que los aspiradores, desmemoriados según conveniencia, no pronuncian palabra sobre los cadáveres y huesos de los asesinados, enterrados en la fosa del olvido por no pertenecer al bando de los vencedores en la guerra. En tanto que a las víctimas de Paracuellos, por ejemplo, se las recuerda con una cruz despampanante que se ve a larga distancia. Y ya, por último, comentamos el debate de la soirée, sarao o función televisiva del pasado lunes sietededi, donde hubo micromachismo rajoyano, escaqueándose de la batalla por un asunto muy importante en Doñana, como aprovechar el puente para pasear, ver fútbol por la televisión, fumar puros, y enviando a su segunda, en plan recadera y suplente, cual hostia de expiación; y de lo gracioso que estaba el Ciudadano por antonomasia, moviéndose sin parar, como si tuviera ganas de ponerse a bailar y no se atreviese o de hacer pis.

Por lo que respecta a P. I. y a P. S., estuvimos de acuerdo en que el primero es muy hábil con el boli, que maneja como una varita mágica, y en que el segundo recurrió a la matraca de siempre acerca del pedigrí del PSOE, un partido centenario y etcétera, etcétera, etcétera. Y a propósito de Podemos, da risitas, risas y risotadas que la sección de Xixón Sí Puede trate de recuperar el espíritu de Jovellanos. Lo de espíritu suena a aquello tan franquista de espíritu nacional. Y lo de resucitar a Jovellanos sería como la resurreción del enemigo para su militancia, porque al prócer gijonés le causaba horror la democracia, a la que calificaba de desgracia, por lo mismo que abominaba de los enciclopedistas, detestaba a Rousseau, maldecía la Revolución francesa y consideraba que la Inquisición era demasiado benévola con los extranjeros que llegaban a España importando ideas peligrosas y heréticas. Jovino no era amigo del pueblo.

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