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Millas

El trasluz

Juan José Millás

Libros indefensos

Juan Cruz se hizo daño en un pie. Días después seguía doliéndole un dedo, pero ya no importaba, porque el dolor formaba parte de la manera de ser del dedo. Lo cuenta en "El niño descalzo", un libro inerme dedicado a su nieto. Señalo su calidad de inerme porque los libros, en general, vienen armados. Armados de esto o de lo otro: de buenas o malas intenciones, de mejor o peor literatura, de recuperación o pérdida del yo. Lo que se debe hacer al revisar las pruebas es sacarles las balas, sobre todo si son libros de memorias, dietarios o diarios, como el que nos ocupa. Los libros desarmados desarman, asimismo, al lector. Le dejan perplejo, absurdo, casi sin opinión. Cuando salgo de ver una película que me ha turbado mucho y me preguntan qué me ha parecido, siempre digo lo mismo:

-No lo sé.

Me da pudor opinar sobre lo que me llega. En las librerías debería haber un apartado de Libros Desarmados. Quizá todo autor tenga alguno. Si no un libro entero, algunas páginas. ¿Se imaginan? La novela desarmada de Faulkner, de Mauriac, de Hansum, los cuentos desarmados de Rulfo, de Borges, de Cortázar, los mejores poemas desarmados de Vallejo. Quizá las líneas más excelsas de cada autor, con el tiempo, sean las desarmadas, las escritas como el que hace bolitas de miga de pan mientras observa la realidad como si se encontrara fuera de ella. Lo cuenta Cruz en este mismo libro, atribuyéndoselo a García Márquez. Había ido a verle y dice que el autor de "Cien años de soledad" desmigaba el pan sobre la mesa con la mirada perdida no sé dónde.

Escriban ustedes como el que desmiga el pan, en especial si se trata de un texto autobiográfico. Desmenúcense sobre el mantel de hule. Hay pocas actividades que le vengan tan bien a este género. Pero a lo que íbamos era a lo del dolor que formaba ya parte de la forma de ser del dedo como la lectura forma ya parte de la forma de ser de nuestras vidas. Solo que no leemos para crecer ni para saber más ni para matar las tardes de los domingos o los miércoles. Leemos para transformarnos en seres inermes, indefensos. Para vaciarnos de la violencia con la que salimos al mundo.

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