Al socialismo gijonés le corresponde hacer hoy mismo una jornada de reflexión: no alcanzó la victoria en las pasadas municipales y desde el domingo, de capa caída en las generales, pasa a ser tercera fuerza en la ciudad, cediendo a Podemos la primacía de la izquierda. Para la contestación interna, que la hay, se trata de un batacazo sin precedentes, difícil de digerir. No se alcanza la categoría de catástrofe, pero tampoco conviene caer en la autocomplacencia y mirar para otro lado; poner la vista como las vacas en el tren o esperar a que escampe. No se entiende Gijón sin un PSOE robusto, pero el adelgazamiento paulatino del apoyo popular en las urnas amenaza con conducir al partido a la anorexia. De cualquier forma, no convendría acometer medidas drásticas de hoy para mañana, sino analizar por qué se ha llegado a este punto, en qué se ha fallado y qué se puede hacer para reflotar las siglas en uno de sus feudos más aguerridos.
