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Ahora que tanto se ha hablado de la república con motivo del proceso soberanista catalán; ahora que, tras los resultados de la jornada electoral del domingo, la tarea bien difícil de formar gobierno pasa por pactos que van a imponer a ciencia cierta la reforma de la Constitución como requisito imprescindible, ¿no será el momento de reflexionar pero no acerca de esa república futura que está en el aire sino sobre la que existió y forma parte de nuestra historia mejor y peor?

Tras perder la Guerra Civil, los republicanos defensores del orden legítimo tuvieron que abandonar España ante el acoso de quienes dieron un golpe de Estado y emprendieron lo que ellos mismos denominaron "cruzada". Quienes pudieron llegar al exilio y no se quedaron por el camino eligieron muchos países de destino pero hay uno que destaca sobre todos ellos: México. A bordo del barco "Sinaia" llegaron buena parte de la élite de científicos, músicos, escritores, ingenieros, empresarios, atletas, políticos y humanistas a los que ese país recibió. Las malas lenguas dicen que Lázaro Cárdenas, el presidente mexicano que volcó su apoyo en la tarea de acogerlos, hizo un negocio espléndido al hacerse con semejante plantel de talentos pero lo cierto es que sin el apoyo mexicano a los republicanos les habría costado mucho más rehacer su vida fuera de España.

Algunos de los exiliados más ilustres, como León Felipe en especial pero también Luis Buñuel, Cristóbal Halfter, Santiago Genovés y Niceto Alcalá Zamora, se propusieron ya desde el mismo año de 1940 fundar en la capital de México, el Distrito Federal, una institución encaminada a mantener el vivo el espíritu del país que dejaban atrás: el Ateneo Español, cuya sede se montó nueve años más tarde en el último piso del número 26 de la calle de Morelos. Allí se mantuvo hasta que en 2010 se mudó a la su nueva sede de Hamburgo, 6.

Seis años más tarde de esa mudanza salta la noticia de que el Ateneo Español de México languidece hasta verse en el trance de desaparecer. La amenaza del cierre, ya digo, surge cuando en España se plantea, siquiera como proyecto de quienes quieren romper la baraja, una nueva república. Pues bien; ningún grupo, ningún partido político, ninguna institución ha salido en rescate de la república que sí fue, la que llevó el nombre de Segunda República Española, la que es parte de nuestra historia de la misma manera en que el franquismo también lo es. Ha tenido que ser el gobierno mexicano de nuevo el que deba salir al rescate del Ateneo republicano y de lo que significa.

No tenemos remedio. Los españoles somos incapaces de conservar lo que es un componente esencial de nuestra trayectoria de igual manera que nos desentendemos de nuestros símbolos, comenzando por la bandera. Menos mal que, al otro lado del charco, hay quienes tienen más sentido común.

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