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La esquina

Un ritual bien firme

A lo largo de los años van cambiando tantas cosas que de muchas no nos acordamos ya cómo eran hace, por marcar la distancia, cincuenta años. Cambian las películas de cine, ahora en manos de los estudios de animación. Cuando "Ben-Hur" la carrera de cuadrigas era verdadera y no había ordenador que la convirtiera en imágenes. Las multitudes estaban formadas por extras que cobraban su dinero y se comían sus bocadillos. Ahora no hay multitudes de personas, sino de recursos tecnológicos. El ejemplo del cine se puede trasladar a muchos órdenes de la vida, salvo a algunos rituales que no cambian y que acuden fieles a sus citas.

El ritual de los ganadores del Gordo de la lotería de Navidad viene siendo el mismo desde mucho antes de que aparecieran las cámaras de televisión por las administraciones que han vendido los décimos premiados o por los bares que han repartido la buena suerte. Los premiados descorchando botellas de cava, dándose abrazos y llorando de emoción eran los mismos ayer en Roquetas de Mar que en 1960 donde cayera aquel año el primer premio. El ritual de premiados no cambia, ni falta que les hace a los que enseñan el décimo millonario, enseñanza que muchas veces más parece un corte de manga a la mala suerte que otra cosa. Los tiempos adelantan que es una barbaridad, dice la vieja zarzuela, pero los premios de la lotería se celebran cada 22 de diciembre como si no pasara el tiempo. Y es que la felicidad para el que recibe una lluvia de dinero no pasa.

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