La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cien líneas

Identidades

A última hora del día o, mejor, después de la misa de gallo -aunque a estas alturas a ver quién sigue esa piadosa tradición- las familias catalanas se reúnen para fer cagar el Tió.

El Tió es un tronco de, digamos, medio metro de longitud. En un extremo se pinta una cara, tiene unas sencillas patitas, está tocado con una barretina canónica y se cubre del frío con una pequeña manta. Lo habitual es que por la Purísima -a ver ahora quien tiene en cuenta esa fecha- se disponga el tinglado y se lo alimente con mondas, cortezas y lo que haya a mano.

Llegada la Nochebuena y después de la clásica y generosa cena, todos se reúnen en derredor del Tió y todos, especialmente los niños, empiezan a darle palos para que cague regalos. Vamos que se dedican a fer cagar al Tió mientras cantan felices. El villancico más famoso al respecto -si es que se puede denominar así- es uno que dice: "Tió, Tió / Caga torró / D'aquell tan bo / Si no en tens més, caga diners". Obviamente no hace falta traducción.

Ya Freud relacionó simbólicamente el oro con la mierda. Ah, otra institución señera de más allá de Segre es el caganer. Ustedes ya me entienden.

Desde hace dos siglos el Tió no hace más que llevar palos: el sufrido tronco español, primero con el arancel y ahora con la autonomía, paga y paga y paga y ya en el colmo de los colmos en este tiempo de Rajoy encima tiene que soportar cómo los apaleadores acusan a la víctima de robarles.

Noche de paz, noche de amor. No seré yo quien perturbe una cita tan señalada. Pero, ojo, no existen las tradiciones inocentes, que nadie se engañe.

Compartir el artículo

stats