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Investigador de la Universidad de Exeter. Reino Unido

Hunosa y la cumbre del clima

Por un futuro con bosques y aire limpio

Hace unas semanas hemos sabido que Hunosa centra su futuro en la minería, sin tener en cuenta que el calentamiento del planeta a causa de los gases liberados con la quema de combustibles fósiles es ya un hecho constatado. De este modo, el planteamiento de la empresa es opuesto a los acuerdos alcanzados en la cumbre del clima de París, donde se han debatido las causas y consecuencias de ese calentamiento. El documento recién aprobado no ha logrado fijar compromisos concretos, pero sí establece la necesidad de poner límite a la subida de la temperatura media del planeta. Ya está fuera de toda duda que el calentamiento provocado por la actividad humana constituye un problema ambiental de primera magnitud para el futuro a corto y medio plazo. En el convenio se resalta la importancia de conservar los bosques como sumideros de carbono, y la necesidad de reducir la quema de combustibles fósiles paulatinamente, pero con urgencia. Como si todo esto no tuviese relación alguna con la actividad de Hunosa, su presidenta, María Teresa Mallada, ha explicado recientemente que el futuro de la empresa está en el carbón. Ese futuro tiene además dos novedades que potenciarán todavía más sus efectos dañinos. Por un lado la idea de abandonar la minería de interior en favor de las mucho más devastadoras explotaciones a cielo abierto, y por otro incluir la madera como fuente adicional de energía. En otras palabras, un futuro basado en alimentar el calentamiento global con todos los medios a su alcance, dejando como herencia un paisaje deforestado y salpicado por los terrenos desolados que dejan los cielos abiertos tras de sí. Resulta difícil imaginar un futuro más lamentable, pero parece que esto forma parte de lo que entiende la presidenta de Hunosa por diversificar actividades.

Sabemos que ambas propuestas son inviables desde un punto de vista ambiental, tanto por ser insostenibles, como por su contribución a continuar acumulando carbono y otros peligrosos contaminantes en la atmósfera. Por eso resulta incomprensible que haya tantos colectivos que las apoyan, y que a menudo se descalifique a todo aquel que argumente contra el carbón y la quema de árboles. Quizás por falta de información, parece evidente que una parte de nuestra sociedad sigue sin ser consciente de la gravedad de este problema y de que sus consecuencias afectan a los seres humanos como a cualquier otra especie.

La situación es todavía más paradójica si tenemos en cuenta que, al menos en el caso de la biomasa, ni siquiera se ha evaluado si estas propuestas son rentables desde un punto de vista estrictamente económico. No está claro que sea posible convertir el matorral y el arbolado asturiano en combustible para calderas sin que haya subvenciones de por medio. Por eso cabe la posibilidad de que se trate de otra de esas salidas rápidas que tanto han proliferado en las últimas décadas, y que consisten en provocar un grave daño ambiental con un balance económico negativo. Pagar por destruir, como alternativa de futuro. En cualquier caso, un gran despropósito.

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