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Fernando Monreal

Doctor en Medicina y Cirugía

Fernando Monreal

Doctor en Medicina y Cirugía

La salud es clasista

La realidad demuestra que la situación económica determina buena parte de la salud e, incluso, la esperanza de vida. En otras palabras: situarse en la escala alta de la sociedad permite vivir no solo mejor, sino más años. Así es la vida.

Hace unos años, los ingleses realizaron un análisis sistemático de todos los niños que nacieron durante una semana. En total, 17.000. Y el estudio se repitió a los sietes años, a los once y a los dieciséis, de tal manera que se analizaron las condiciones sociales, culturales, económicas y familiares que podían influir, tanto en su desarrollo físico como mental. La primera conclusión fue un tanto dramática: hay un sector de la sociedad que nace para el fracaso. Así de cruel. Otra conclusión que se extrajo es que los hijos de los obreros tenían más accidentes que los hijos de los profesionales cualificados. Y, aparte de un mejor cumplimiento del calendario de vacunaciones, los hijos de los profesionales tenían una mejor dentadura. Y, desde luego, estaban alimentados con una dieta más variada y sana.

Pues bien, un niño que nazca hoy en Estados Unidos vivirá, según la estadística, 76 años si es blanco y 69 si es negro. ¿Racismo?, ¿xenofobia? Llámelo como quiera, querido lector, pero lo que sí es evidente, y no hay lugar a dudas, es que la pobreza negra de los Estados Unidos de Norteamérica es cada vez más pobre. Y la marginación social es, también, más evidente. Y así, los negros se mueren cada vez más de sida, de sobredosis, de accidentes de tráfico, de cirrosis hepática y de mortalidad infantil, en general. Es la marginación llevada al extremo.

En términos generales, la esperanza de vida media en los norteamericanos es de 78,84 años (puesto 36 de la escala mundial), pero recientemente ha salido a la luz un estudio que revela que la esperanza de vida media de los norteamericanos de raza blanca, con el rango de edad entre los 45 y 54 años, se ha venido abajo. Y es que ha aumentado la mortalidad en un 22,35% en la última década. Entre otras causas se debe al auge de los suicidios (se han multiplicado por tres en los últimos quince años), al abuso de fármacos (ha crecido un 40%) y al consumo de alcohol (los casos de cirrosis hepática han aumentado un 33%).

Y hablando de alcohol sabemos que las borracheras ocasionales alteran los circuitos cerebrales de los adolescentes. De tal manera que estas alteraciones podrían provocar dificultades en la atención y velocidad del procesamiento, problemas de memoria y conductas impulsivas.

Y esto último lo sabemos a raíz de la publicación de un estudio clínico, fruto del trabajo de un equipo de investigadores de la Universidad Complutense de Madrid (a pesar de que el Gobierno redujera, en su momento, las ayudas económicas a la investigación), que analizaron la actividad cerebral de 73 estudiantes que acababan de comenzar en la universidad. De ellos, 35 (18 chicas y 17 chicos) admitieron tener borracheras ocasionales y 38 (21 chicos y 17 chicas) apenas bebían. El trabajo clínico se centró, principalmente, en analizar la conectividad neuronal tras la ingesta excesiva de bebidas alcohólicas, como puede ocurrir en los "botellones".

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