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Joaquín Rábago

Crisis de la democracia

No he podido por menos de pensar en el absoluto embrollo en el que está metida nuestra clase política lo mismo en Cataluña que en el conjunto de España al leer el otro día al filósofo esloveno Slavoj Zizek.

Habla Zizek (1) de la idea que tenía el famoso periodista y ensayista estadounidense Walter Lippman del funcionamiento de la democracia de su país tal y como la expresó en su conocida obra "Opinión pública" (1922).

Hombre de su época, profundamente elitista y antidemocrático en el fondo, Lippman consideraba a los ciudadanos como una especie de rebaño que debía ser gobernado por una clase especializada cuyos intereses fueran más allá de lo local.

Una clase compuesta por expertos, especialistas y funcionarios y que serían "una maquinaria de conocimiento" que eludiría el principal defecto que atribuía a la democracia: el ideal imposible del ciudadano omnicompetente.

Y, comenta Zizek, de hecho los ciudadanos "actuamos como si fuéramos libres y estuviésemos decidiendo libremente, aceptando en silencio, incluso exigiendo que un mandato invisible -inscrito en nuestra misma libertad de expresión- nos diga qué hacer y qué pensar".

"En este sentido, en una democracia, cualquier ciudadano es rey, pero rey en una democracia constitucional, un rey que decide sólo formalmente y cuya única función es firmar las medidas que propone una administración ejecutiva".

"De ahí que el problema del ritual democrático sea equivalente al gran problema de la democracia constitucional: cómo mantener la apariencia de que el rey efectivamente decide cuando todos sabemos que no es así".

Y añade el filósofo esloveno, "lo que llamamos 'crisis democrática' no se produce cuando la gente deja de creer en el poder que tiene, sino, por el contrario, cuando deja de confiar en las élites, en quienes se supone que saben lo que hay que hacer y marcan las directrices, cuando experimenta una ansiedad que indica que el trono está vacío, que es ella quien debe realmente decidir".

"De ese modo, en las elecciones libres hay siempre un aspecto mínimo de cortesía: quienes detentan el poder fingen realmente que no lo tienen y nos piden cortésmente que decidamos libremente si queremos dárselo".

Zizek está hablando en realidad de las protestas populares en la Turquía de Erdogan, pero podría hablar de otros contextos y situaciones.

Los manifestantes, escribe, expresan su hartazgo de que se les engañe y manipule de forma tan grosera. Y pretenden que los gobernantes hagan al menos un esfuerzo honesto para que, ya que los engañan, al menos no insulten su inteligencia.

(1) Slavoj Zizek, "Trouble in Paradise", Ed. Allen Lane, Penguin Group

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