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El observatorio

Como alma en pena

Tras un primer tiempo estimable en el que controló el partido, el Sporting se desmoronó por completo ante un valiente Getafe

En un partido en el que estaba obligado a demostrar su consistencia, el Sporting pareció en condiciones de hacerlo durante un primer tiempo más que estimable, pero acabó alarmantemente hundido. Incapaz de contrarrestar el juego del Getafe durante la segunda parte, a su inconsistencia futbolística añadió una sorprendente fragilidad anímica. El gol del empate le dejó tan groggy que el Getafe sólo necesitó dos minutos más para acabar de fulminarlo. Y desde entonces vagó como un alma en pena. El desastre tiene como consecuencia inmediata la caída de los rojiblancos a la zona de descenso. No dejaría de ser una anécdota si esa caída no se hubiera producido de una forma que, por lo penosa, debería hacer sonar todas las alarmas.

Primero, esperanzas

Al final del primer tiempo nada hacía presagiar lo que ocurriría después. Hasta entonces el Sporting había controlado el partido. No había dejado acercarse al Getafe a su portería y, a cambio, había contragolpeado con peligro, sobre todo por la banda izquierda. Pero, aunque Sanabria había dejado una nueva muestra de su olfato goleador, el Sporting no había concretado su superioridad con una ventaja lo suficientemente amplia como para ponerle a resguardo de peligros eventuales. Luego se vería hasta qué punto esos peligros le acechaban.

Luego, frustración

Lo peor del Sporting en el segundo tiempo fue su falta de capacidad de reacción, incluso a despecho de oportunidades más que favorables que se le presentaron para enderezar lo que se le empezaba a torcer a ojos vista. Ninguna más clara que la del penalty fallado por el Getafe en el minuto 56. El enorme grito de alivio con que reaccionó El Molinón al ver que el tiro de Pedro León se estrellaba en la cepa del poste no logró contagiar a su equipo. En cambio, el Getafe fue capaz de asimilar esa frustración puntual y siguió a lo suyo. Muy bien conducido por un infatigable y acertado Víctor Rodríguez, siguió insistiendo, como si no hubiera ocurrido nada. Su valentía encontraría premio.

Una jugada clave

Si el penalty quedó en anécdota, una falta en principio mucho menos peligrosa se convertiría en letal para el Sporting. La sacó Sarabia desde la banda izquierda sobre la boca de la portería y la defensa del Sporting, habitualmente consistente ante estos balones frontales, falló de forma incomprensible. Cala debió ser el primer sorprendido al ver la facilidad con que le dejaban rematar con el pie a dos pasos de la portería.

El regreso de Scepovic

Stefan Scepovic volvía a El Molinón y no lo hizo en vano. Intervino poco en el juego, pero de forma decisiva. Provocó un penalty, que su equipo no supo aprovechar y maniobró perfectamente en la jugada del segundo gol azulón, en el que la descompuesta defensa del Sporting no supo resolver un balón que le llegó en un saque de puerta de Guaita. De esa descomposición seguramente tuvo su culpa Scepovic, que dos minutos antes, en el gol del empate getafeño se había llevado consigo a los centrales en beneficio del compañero que viniera detrás.

Señales de alarma

La derrota ante uno de sus rivales directos enciende todas las señales de alarma en el Sporting, no sólo porque se coloca en zona de descenso sino por esa fragilidad de ánimo sobrevenida, que parece privarle de la capacidad de reacción que había mostrado en otras ocasiones, algunas bien recientes. El desconcierto parece alcanzar a casi todos, incluido su entrenador, porque los cambios que hizo anoche Abelardo no se entendieron bien, sobre todo la sustitución de Sanabria, el mejor rematador del equipo, y casi el único por más que Guerrero abriera el partido con un empalme desde cerca que Guaita neutralizó con un gran desvío o Carlos Castro lo cerrara con un buen tiro desde el borde del área. El Sporting oscila entre la brillantez ocasional y la inconsistencia, como el juego de Halilovic, que puede entusiasmar al público cuando tumba a un rival con fintas a derecha e izquierda mientras conduce el balón a toda velocidad, pero que apenas lucha por el balón y padece largas ausencias. Con un calendario muy exigente a corto plazo, la peor tentación que acosa al Sporting es la de rendirse a la fatalidad. De todas las señales de alarma que se han encendido en torno al equipo ninguna debería preocupar más que esa.

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