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Cien líneas

Perspectivas

Los partidos políticos son la nomenclatura de las clases sociales. Al menos así lo veía Lenin, que sabía de estas cosas bastante más que la mayoría de su tiempo y del actual. Por eso, a la hora de las mil combinatorias que todo el mundo está haciendo a cuenta de la gobernación de España en su conjunto, de la cómica Cataluña y, aunque sea en voz baja, también de Asturias, donde se han retirado los Presupuestos -en un gesto con aire de renuncia y retirada- deberían tenerse en cuenta por encima de todo los grupos sociales en juego y sus intereses. Y conocer siquiera someramente la historia de España, empezando por la que aún está caliente.

En los últimos diez años el castizo Ibex cayó un 14 por ciento, mientras que su correlato alemán subía un 92 por ciento y el Nasdaq americano, un 118 por ciento. Con el PSOE y con el PP ya que, lo dicho, esa no es la cuestión entre otras cosas porque Rajoy es aún más socialista que Susana Díaz. El paro se multiplicó por dos y, en fin, España ha bajado no se cuántos escalones en el concierto mundial y lo que falta porque la crisis nacional, que eufemísticamente llaman territorial, no ha hecho más que empezar por mucha risa que nos den las marionetas del guiñol catalán.

Los tinglados -sería un escándalo llamarlos empresas- de la oligarquía son una birria y de ahí para abajo de igual manera. Producen enormes beneficios para cuatro listos y muy poca riqueza para el resto. De ahí la revolución en curso. Sí, está plagada de mañas bolcheviques pero en una nación interesadamente atrasada siempre son así las cosas. Por ahí deben empezar las cuentas.

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