Estas cosas son enormemente improbables pero a veces ocurren. El despacho de loterías situado en el número 59 de la calle Profesor Pérez Pimentel, en el barrio de La Guía, vendió un único décimo del 22654, agraciado con el Gordo del Niño. Alguien, un desconocido, soñó un número, ese número, y lo pidió por máquina expendedora a Isabel Rubiera, la mujer que regenta el establecimiento, de natural tímido. El desconocido se dejó llevar por la corazonada. ¿Y si fuera verdad, que a veces los sueños se cumplen?, rumió mientras aguardaba la llegada de la cabalgata de unos Reyes que avanzaban balanceándose al paso cansino de los camellos. Pensó que si la fortuna le hubiera sonreído en sueños, podría liquidar algunas viejas deudas e incluso vender el piso de tres habitaciones y comprar un chalé con jardín, donde sus dos hijos podrían criar el perro que llevaban años demandándole. ¿Y si ocurriera?, masculló en la cola de la pastelería donde había encargado un roscón, relleno de crema... Seguramente no ocurrió así, pero ocurrió.
