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Profesor de Psicología de la Universidad de Oviedo

¿Cumpliremos con nuestros propósitos para 2016?

Por qué somos incapaces de llevar a cabo lo que nos proponemos, si todo son ventajas

El resto de nuestras vidas empieza en este momento, el porvenir está en nuestras manos, así que todos hemos hecho una lista de buenos propósitos para llevar a cabo en el año que empieza. Sin embargo, el porcentaje de ellos que se van a cumplir será más bien bajo, y siento dar esta mala noticia al empezar el año con los deseos formulados aún calientes, ojalá seáis muchos los que pasado un tiempo me desmintáis el pronóstico, pero dudo que vaya a ser el caso. ¿Por qué somos incapaces de llevar a cabo lo que nos proponemos, si todo son ventajas? Muy simple, porque somos humanos, y nada de lo humano nos es ajeno, que diría Terencio. De entre los más de diez millones de especies que componen el árbol de la vida sobre la Tierra, la nuestra puede considerarse exitosa, si medimos el éxito por nuestra tasa de reproducción, ya que en unos ciento cincuenta mil años de existencia hemos logrado colocarnos en más de siete mil millones de individuos, y seguimos procreando, aunque tendremos que estar atentos, ya que de éxito también se mueren las especies. El meollo de la cuestión está en que sólo una pequeña parte de nuestra conducta obedece a planteamientos racionales, el cerebro no segrega la conducta de forma automática, la mayoría de nuestras acciones están guiadas por emociones, instintos, pasiones y motivaciones varias, y no por sofisticados análisis racionales. Por ejemplo, ¿a quién haces caso cuando te asaltan las dudas a la hora de tomar una decisión importante, a la razón o al corazón?

No ser estrictamente racionales no es ni bueno ni malo, sencillamente es así, y cuanto antes lo reconozcamos más probabilidades tendremos de ganar autonomía y seguir el dictado de nuestra razón, que es quien ha diseñado con mimo los planes de futuro para 2016. La razón humana se siente muy sola en su lucha por guiar nuestra conducta, acechada por multitud de trampas que le tienden nuestros instintos y emociones, reivindicando que ellos estaban antes de que surgiese nuestro lóbulo frontal guardián de la racionalidad. ¿Qué puede la razón contra el olfato, el olor, el sabor, la intuición o la primera impresión? Nada, o casi nada, es el poder oculto de nuestro sistema nervioso reptiliano, rápido e irreflexivo, que sólo sabe de inmediatez, pero que no conviene menospreciar, ya que nos ha conducido a donde estamos atravesando los procelosos mares de la evolución.

Definir a los humanos como seres esencialmente racionales es un tanto pretencioso e inexacto; ahí los filósofos, con Aristóteles a la cabeza, proyectaron sus deseos sobre la realidad humana, en la que lo racional y lo instintivo pelean por el poder de guiar la conducta. Uno de los investigadores que mejor trató estos temas fue el psicólogo Daniel Kahneman, que en 2002 recibió el Premio Nobel de Economía, por mostrar con ingeniosos experimentos que cuando los humanos toman decisiones sobre cuestiones económicas distan mucho de hacerlo utilizando análisis meramente racionales, dando origen a una nueva rama de investigación sobre economía conductual, en la que, por cierto, nuestra Universidad de Oviedo tiene buenos investigadores. Si no tienen cubierto el cupo de propósitos para 2016, uno bueno sería leer el libro de Kahneman titulado "Pensar rápido, pensar despacio", donde analiza la dialéctica entre la rapidez de instintos y emociones frente al lento proceder del análisis racional.

Según esto, ¿debemos de perder toda esperanza de cumplir con nuestros loables propósitos para 2016? Por supuesto que no, justamente con este breve escrito trato de proporcionar armas a la razón para combatir con sus enemigos instintivo-emocionales. Lo primero de todo es concretar nuestras ideas genéricas en logros cercanos, específicos y verificables, no vale decir que voy a hacer más deporte, adelgazar, ahorrar, aprender inglés o dejar de fumar, hay que planificarlo semana a semana, o mejor día a día, escribirlo en la agenda, y hacer una especie de contrato con uno mismo. Lo segundo es dar a nuestras metas un componente emocional, pues el lóbulo frontal no funciona como una computadora sin emociones, está hecho de carbono y agua, no de silicio, esa es nuestra gran ventaja sobre la inteligencia artificial, al menos por ahora. De momento los ordenadores no se emocionan, aunque los investigadores informáticos se afanan en ello. No sabemos quién será el vencedor final de esta guerra sin cuartel entre nuestra inteligencia de carbono y la artificial basada en la arena, menos mal que de momento controlamos los enchufes de los ordenadores. Es importante también que las metas propuestas sean realistas, y no bajar la guardia ante la tendencia natural de nuestro sistema cognitivo a auto engañarse. Somos unos expertos en engañarnos a nosotros mismos, la cosa viene de antiguo, es lo que ya hacía la zorra de la fábula de Esopo, como no podía coger las uvas concluye que están verdes.

Los humanos hacemos lo mismo cada día en las más variadas situaciones, de hecho ese modo de funcionamiento recibe el nombre de disonancia cognitiva. Por ejemplo, todo partido político que se precie intenta sacar mayoría absoluta, y si no lo consigue, como es habitual, emulando a la zorra, razona que eso es positivo, potencia la diversidad, gana la democracia y otras lindezas, vamos, que están verdes. En general, cuando tenemos un deseo vehemente y la realidad nos lo niega, ante la imposibilidad de cambiar ésta, y para no frustrarnos demasiado, cambiamos de idea, nos engañamos, así reducimos disonancia entre la cruda realidad, acomodando nuestros deseos. Lo interesante es que lo hacemos convencidos, nos lo creemos, y es que la vida es dura.

Finalmente, para lograr nuestros objetivos no olvidemos lo clásico, que por algo lo es: la fuerza de voluntad debe estar detrás de nuestros propósitos, hay que ser persistente, contra pereza diligencia, haciendo caso omiso de las llamadas del maligno Belfegor, que tienta a los humanos a base de pereza. Espero que estas letras les ayuden a cumplir con sus nobles propósitos para 2016, mucho ánimo que aunque los lejanos objetivos se nos resistan, siempre nos queda el camino, Cavafis dixit. Nos vemos en el 2017 para hacer balance.

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