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Álvaro Faes

Al final de la semana

Álvaro Faes

El Oviedo en el camino

El Alcalde se topa con el equipo de la ciudad y sus infraestructuras, igual que en vísperas del Mundial 82

No es una piedra en el camino encontrarse con el Real Oviedo pero sí es un asunto peliagudo de tratar. No debería ser problema para un alcalde hablar con los dueños del equipo de la ciudad, sobre todo si son como estos de México: cuando la locomotora flaquea, paladas de billetes. Llegaron en 2012 y ya mejoran a casi todos -por evitar términos absolutos- de los aparecidos como salvadores en otras latitudes, tan hábiles para llegar y hacerse con el mando como para huir y dejar el pufo sin mayor cargo de conciencia. Qué lejos quedan en Oviedo los tiempos de accionistas sospechosos, impagos bajo cada alfombra, Hacienda pisando los talones... Que el grupo Carso, la empresa de Slim, esté volcado no quiere decir que las instituciones puedan eludir sus deberes. Son otros tiempo, hay prioridades, pero el Oviedo necesita colaboración.

Una nueva ciudad deportiva aparece como prioridad en la agenda mexicana. El Requexón ha cumplido su papel. Los viejos campos pueden licenciarse y buscar un retiro dorado; pueden dejarse crecer la hierba y contar las historias del abuelo; que por allí correteaban Cazorla, Michu o Juan Mata; que remataba balones Cervero; que los despejaba ya hace años uno que era Luis Manuel o que últimamente vio a un chaval espigado apellidado Rivera repetir el camino que tantos hicieron. Cambian los tiempos, las necesidades y los gestores buscan terrenos para hacer crecer al Oviedo. Y algo tiene que decir el alcalde, Wenceslao López. Puede echar la memoria a correr y viajar hasta los últimos setenta, y verá que ya estuvo en otra parecida, en vísperas del Mundial 82, cuando había que actuar sobre el campo. O ampliar para el Campeonato del Mundo (y principalmente para el Oviedo, que era su titular) o buscar otras soluciones. Una cuestión que implicaba al equipo y las infraestructuras de propiedad municipal que utiliza. Como ahora. Hay que arreglar el campo, se busca parcela para ciudad deportiva.

Entonces, Wenceslao López era el jefe de la oposición, en el mandato de Luis Riera. Se habló de llevar el Carlos Tartiere a San Claudio -al ahora alcalde la idea no le disgustaba- porque en Buenavista no había sitio para nada. El club no quería moverse y se hizo lo que se pudo en la ampliación. Wenceslao López se dio cuenta de lo que importaba esto del fútbol, de lo que movía. Y no le gustaba -tampoco ahora- mucho de eso que genera. Como alcalde cumple cada quince días en el Tartiere, hacía años que no pisaba el campo. Wenceslao madruga para Pilates y desayuna algas, una vida zen, una ayuda para ver con perspectiva y saber que esto del Oviedo debe manejarlo con cuidado. Actuar para acertar. Por eso guarda prudencia y si no abrió la boca cuando uno de sus socios de gobierno (IU) destapó que El Asturcón podría ser azul, no lo va a hacer ahora, cuando el calor de la ciudad deportiva del Oviedo se acerca a territorios de Siero.

No es cómoda su alcaldía con otros dos socios y con menos concejales que uno de ellos. Wenceslao López pide a los suyos pies de plomo, no quiere ir al estrellado, resbalones ni pasadas de frenada. Para eso ya están otros. Habrá colaboracion cuando la pida el Oviedo, buscarán cómo encontrarla. Pero en los despachos municipales las palabras ciudad y deportiva no se han escuchado juntas desde el club azul. Ni siquiera en la última reunión, la del pasado viernes, con los consejeros y César Martín. Trataron del estadio y de sus cuidados, otra historia de desencuentros.

Tampoco le han susurrado nada a Wenceslao López cuando va al palco, ni desde México. Es una relación de silencios. Todos aguardan al momento de sacar las cartas, quizá porque aún es pronto y los de la prisa son los aficionados, ansiosos de verse con equipo en Primera, ciudad deportiva, café, copa, puro y partido a las cinco.

De momento, en esto de la ciudad deportiva, la próxima etapa se escribe en Las Caldas. Ahí estará el Alcalde el martes para ver un terreno, solo eso, para verlo, sin ninguna pretensión.

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