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Fernando Granda

La radicalización que crece en Europa

Los versos atribuidos tanto a Friedrich Martin Niemöller como a Bertolt Brecht en los que se narran las detenciones por los nazis de comunistas, socialdemócratas, sindicalistas y judíos tienen un final no por previsible menos patético: "Cuando vinieron a buscarme, / no había nadie más que pudiera protestar". Son un resumen que podría atisbar un no querido término ante la creciente dejadez política que se extiende por Europa. Cada poco surgen nuevas medidas de retroceso democrático en países dentro de la Unión Europea. O, al menos, de restricciones en el ejercicio de la libertad. Hablo de Europa. ¡Menudo panorama!

El acoso a símbolos de los fundamentos democráticos, como las emblemáticas "liberté, égalité, fraternité", que triunfaron en la Revolución Francesa y que conforman el lema de la República Francesa, aparece cada día con mayor frecuencia entre las nuevas medidas que se van tomando en varios países integrantes de la Unión. Lo sufren los medios de comunicación, aumentan las limitaciones a legislaciones y sistemas judiciales y son restringidos derechos de igualdad cada vez con más recortes. El último ejemplo se localiza en Polonia (quinto país en población y séptimo en extensión de la UE), donde han vuelto al poder los ultraconservadores del partido Ley y Justicia, en polaco Prawo i Sprawiedliwo (PiS), que han iniciado una serie de radicales reformas precisamente en los campos de las leyes y la justicia. Unas permutas -con retrocesos fundamentales en libertades- que en Bruselas ya advirtieron y rechazan las medidas polacas.

En su primer mes en la Jefatura del Estado, el PiS, que entre 2005 y 2007 ya gobernó el país, ha cambiado a cinco magistrados del Tribunal Constitucional y retocado el procedimiento de toma de disposiciones del mismo para impedir que los jueces dificulten las reformas del Gobierno. La primera ministra, Beata Szydio, pretende anular la vigente ley del aborto, aumentar el poder de la Policía para supervisar la actividad de internet, controlar a los medios de comunicación públicos, a los que proyecta obligar a ensalzar la imagen de Polonia, vetar las obras pornográficas en los teatros y eliminar la débil educación sexual en los colegios.

La nueva política que está implantando el recién estrenado poder polaco, dirigido en la sombra por el exprimer ministro Jaroslaw Kaczynnsky, que ahora no quiere figurar en el Ejecutivo, se caracteriza por su obsesión por instaurar una férrea moral católica en todas las actividades, por amenazar a los anteriores dirigentes, que según él no investigaron sospechosamente las causas del accidente en el que murió su gemelo Lech, entonces presidente de la República, y por insólitas intervenciones como la destitución del jefe del contraespionaje por falta de patriotismo.

Pero esta forma de gobernar no es exclusiva del PiS, ya que otros gobernantes de vecinos países de la UE siguen políticas contrarias a los ideales del Tratado de Roma y los fundadores de la Europa moderna, que en unas semanas cumplirá 59 años. Porque en Hungría también han sido promulgadas leyes para restringir la libertad de prensa y el trabajo de los jueces, mordaza legislativa que ansían imitar países colindantes. La crisis de los refugiados muestra también dudosas posiciones en las grandes potencias del continente. Y en Eslovaquia sólo quieren migrantes cristianos, otros gobiernos rechazan refugiados musulmanes, en la aludida Polonia los rehúsan, dicen, porque son portadores de enfermedades erradicadas en Europa, y el presidente checo denunció la "invasión organizada" en su carta de paz navideña.

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