Un hecho acaecido en nuestra hermana ciudad de Oviedo nos ha causado enorme impresión, pues anuncia el final de un larguísimo periodos histórico de centrifugismo urbano por el que, precisamente, en los últimos lustros había velado cuidadosamente el exalcalde Gabino de Lorenzo. Dicho de otro modo, un signo de que él gabinismo y su continuación caunediana (la de don Agustín Iglesias Caunedo, sucesor salido del pecho de don Gabino), se han terminado vendría a ser que una entidad, el Real Oviedo, se ha atrevido a postular la construcción de su nueva ciudad deportiva fuera del concejo ovetense, y concretamente en los vecinos predios de Siero. Esto viene a indicar que al Ayuntamiento capitalino ya no se le tiene tanto temor como cuando lo gobernaba De Lorenzo, pues el tono emocional del viejo ingeniero era tan peculiar que el que desafiase su tranquilo pastorear de la ciudad -unida y compacta- se enfrentaba a la ira, como acaeció con aquella historia del museo de los Premios Príncipe, que en realidad acabó siendo el Niemeyer de Avilés. Los apetitos de Gabino de Lorenzo también marcaban el momento, la cuantía y la pervivencia de las principales subvenciones nominales otorgadas (casi siempre con ductilidad peronista) por el Ayuntamiento, de modo que irritarle tampoco era una buena práctica. Sin embargo, por encima, o debajo, de todo ello no había en De Lorenzo sino la lealtad a un destino que por lo menos ha marcado la ciudad de Oviedo desde el siglo XIX y que consiste en una fortísima atracción urbanizadora hacia el centro y casco urbano, para meter todas las cosas en un cogollo de calles o en un contorno ya urbano o semiurbano. Es decir, un proceso absolutamente contrario al del urbanismo de Gijón, que siempre lanzó sus nuevas operaciones urbanísticas o nuevos equipamientos hacia el periurbano, o bordes de la villa edificada. Hay numerosos ejemplos, pero no tenemos espacio para demorarnos con ellos. Simplemente anotamos cómo se vislumbra el cambio ovetense, tal vez fin de época, hacia el centripetismo.
