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Cien líneas

Inocencias

Alonso Puerta nació en Avilés en 1944. Estudió en el colegio de la Inmaculada de Gijón y, después, se tituló como ingeniero de Caminos por la Universidad Politécnica de Madrid. En 1972 se afilió al PSOE -cuando ese partido apenas tenía efectivos y, claro, era ilegal- y fue elegido secretario general de Madrid en el congreso celebrado en 1977.

En las primeras elecciones generales del 15 de junio de ese año salió diputado a las Cortes Constituyentes y dos años después, concejal del Ayuntamiento de Madrid, donde desempeñó las responsabilidades de teniente de alcalde y portavoz del grupo socialista... hasta su expulsión del partido en 1981 por oponerse a la adjudicación irregular de contratas municipales. Con el tiempo, el Tribunal Supremo le repuso en sus cargos. A buenas horas mangas verdes.

Alonso Puerta encarna un episodio absolutamente clave de la historia de España moderna porque desde entonces ya nadie se puede llamar a engaño: la corrupción es constitutiva del sistema porque aún denunciándola desde el corazón de la política no se puede atacar ni atajar ni nada de nada.

Sabíamos de la corrupción durante la Restauración, durante la II República y durante el franquismo -y no digamos en aquella corte de los milagros- pero, amigos, ya en un régimen plenamente democrático, con separación de poderes y tal y tal y tal, era inconcebible.

Ay país de ingenuos. De 1981 a la fecha se ha robado más que en los dos siglos anteriores. Y el fundamentalismo democrático niega la mayor: eso sí que es grave.

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