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La Bestia machista

Lo que se relata en el libro de la Revelación o Apocalipsis acerca de que las aguas de fuentes y ríos se volvieron amargas y el aire irrespirable, al tiempo que el sol se hacía negro y la luna tomaba el color de la sangre es un cuento rosa, azucarado y amable, si se mide y se pesa con lo que hogaño está acaeciendo en todas partes. Así lo revela el epifonema de la última noche del año en Alemania cuando, según se cuenta, la Bestia del machismo atacó a varios centenares de mujeres que denunciaron haber sido violadas por una horda numerosa de hombres con aspecto de africanos, un dato tan impreciso como hablar de un cielo color gris lluvia o gris ceniza o gris panza de burro, porque África es un continente donde habitan multitud de etnias con diferencias de religión, costumbres y también de carácter morfológico. En realidad da lo mismo y no quita ni pone gravedad al espeluznante hecho que los actores sean africanos, de Europa, de Asia, o de Oceanía; o católicos, musulmanes, budistas o ateos. La narración es aterradora y, al mismo tiempo, inquietantemente turbia y confusa por las preguntas sin respuesta que plantea, como dónde estaba la policía o cómo es posible que, entre tanta gente por las calles y plazas en esa noche festiva, nadie advirtiera el sufrimiento de ese elevado número de violadas o el porqué de esos apresurados comentarios acerca de la conveniencia de cerrar con siete llaves las puertas de entrada a los desamparados fugitivos sirios, que no son africanos, por lo que la despiadada medida suena a indecente excusa para desentenderse de todas esas personas de todas las edades condenadas a emprender un éxodo salvador y que a menudo se encuentran con un camino que no lleva a la vida, sino afuera de ella, a otro infierno y a la muerte.

Por otro lado, comenzar el nuevo año atacando sexualmente a mujeres era una costumbre ancestral de los machos humanos. Así es que, en una aldea, de cuyo nombre no quiero acordarme, lo recibían cantando algo así de lírico: "Tamos fartos de vinu, d'asau de corderu. Tamos fartos de coñá, fartos de dulces y pasteles. Vamos baxar la tripa como facemos pel Añu Nuevu. Vamos, vamos, vamos matar muyeres". Federico García Lorca, en su trabajo sobre las nanas infantiles, recoge una añada asturiana que es una variante del mismo argumento: "Unos veníen borrachos, otros veníen alegres y otros decíen: Rapazos, vamos matar les muyeres". Algo muy divertido para cierta clase de bestias sin hominizar. El machismo bestial es tan viejo como la pobreza.

Y el estreno del año 2016 fue también risible y muy divertido a causa de las vestimentas de negligé, con motivos florales y ornitológicos, de los protagonistas del primer auto o pieza del teatro nacional español, los Tres Reyes Magos madrileños, sobre todo oyendo, al respecto, las preguntas de la santa infancia, como la de la niña muy intrigada porque fueran en camisón, aunque comprendía que, al terminar de poner el último regalo, estarían muy cansados, con mucho sueño y ganas de acostarse y dormir, pero no entendía que no fueran en pijama; y entonces la abuela le explicó que los orientales dormían con una larga camisa de tela muy ligera y que los señores de Europa, hacía mucho tiempo, también la usaban; o el niño que dijo que aquellos no eran los reyes, sino unos de mentira, unos hombres corrientes y molientes, disfrazados con las túnicas de ir a la playa que habían sacado del armario de sus mujeres, pero que eso, a él, le importaba un cagajón de sus camellos, pues lo que le interesaba era que le trajeran los juegos para la PSVITA. Esos atuendos provocaron un guirigay de escándalo que no causa, en cambio, algo tan grave como que la sanidad pública no se haga cargo sin excepciones de todas la vacunas protectoras de la salud infantil. También fue muy amena la votación de Cataluña para elegir al sustituto del inefable Mas, al ir escuchando que todos los Carles Caganer, los Miquels Cugat, las Elisendas Pi, las Dolors Camps votaban "Sí" mientras que el "No" salía de las bocas de los Jordis Fernández, de los Anscaris García, de las Llogaias Pérez y de las Montserrats Martínez.

Y el Apocalipsis o descubrimiento de hechos pasmosos prosigue con el affaire de la Infante (sic, porque infanta es incorrecto como cantanta, amanta, paseanta, danzanta o presidenta?), la hija del anterior Rey y cuñada de la Reina cuya abuela fue un día reina maga en Oviedo; una "infante" que parece una mujer de piedra dura, desde la cara a la punta del pie; ausente y silente, aunque eso último no es raro y acaso pueda acogerse a ello para no verse obligada a abrir la boca para declarar ante el juez, dado que infante significa "quien no sabe hablar".

Y que el Apocalipsis se cumpla y haya una batalla de Hermagedón, en la que perezca y por siempre quede muerta e inrresurrecta la Bestia del machismo. Amén.

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