Ordenanza viene de orden. Y lo cierto es que desde que entró en vigor la que regula la convivencia cívica en el municipio gijonés, el polémico botellón desapareció prácticamente del mapa callejero. Seguramente seguirá habiendo reuniones de jóvenes que se juntan a beber en la vía pública, pero ya no tan numerosas ni en pleno centro de la ciudad. Lo mejor que se ha hecho para evitar que los jóvenes beban como cosacos no es regular el botellón, sino elevar a los 18 años la edad de autorización del consumo de alcohol, que en esta región se situaba escandalosamente en los 16. Ocurre que con nuevas fuerzas políticas en la Corporación, algunas más proclives que otras a empinar el codo, y con un gobierno en minoría, cabe la posibilidad de que la normativa se relaje y se vuelva a las andadas. Sería lamentable que cambiar la ordenanza por mandato de una mayoría que no manda convirtiera a los concejales del equipo de gobierno en meros ordenanzas, en simples subalternos.