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España irá bien, dice el FMI

España va como un tiro, aunque los españoles quizá no tanto. Eso dicen al menos los videntes del Fondo Monetario Internacional que este año le pronostican a la economía del país un crecimiento mayor que el de Alemania, Estados Unidos, Japón, Francia o Gran Bretaña. Y ello a pesar de que estemos sin gobierno o precisamente por tal razón. Quién sabe. De tan paradójica circunstancia se deduce que el gobierno es un asunto accidental e incluso prescindible. Importan más la bajada de precios del petróleo o la afluencia de turistas que las medidas que puedan adoptar los gobernantes en el ámbito doméstico. Sorprende por tanto la preocupación de la gente que quiere saber si el nuevo gobierno tendrá patente conservadora, de izquierdas o medio pensionista, cuando en realidad va a ser alemán, salga quien salga.

El griego Alexis Tsipras ganó las elecciones en Atenas con muy sobrado apoyo popular a su programa, consistente en subir los sueldos y en no pagar las deudas. Mucho más de lo que aquí ofrecen a día de hoy sus colegas de Podemos y, desde luego, los socialdemócratas del PSOE. El líder de Syriza reforzó su triunfo con un referéndum en el que el pueblo volvió a apoyar sus demandas, pero cuando el primer ministro tuvo que vérselas con Merkel acabó por hacerles tomar a los griegos dos tazas del jarabe de austeridad que rechazaban. No se pueden hacer promesas con el dinero de los demás, le reprochó a Tsipras el ministro de Economía de Alemania. Más o menos eso es lo que les están sugiriendo ahora a los españoles los jerarcas del FMI, del BCE y de la UE.

Endeudada en el equivalente a todo lo que produce en un año, España tampoco está en condiciones de elegir a un gobierno capaz de hacer lo que le plazca. Cualquiera que sea el nuevo Consejo de Ministros, habrá de atenerse al catecismo de los acreedores, que ya están exigiendo un nuevo recorte de 10.000 millones. Los poderes supranacionales verían con buenos ojos una gran coalición de conservadores y socialdemócratas; pero tampoco eso resulta imprescindible. Los que de verdad tienen la sartén por el mango, y el mango también, saben que incluso el más extremado de los gobiernos habría de someterse a los mandatos de Berlín y Bruselas.

Repetir las elecciones es otra opción, pero para qué. Aunque los españoles gasten fama de ser gente voluble, no parece que vayan a cambiar de idea en el escueto trimestre que va del pasado diciembre a marzo o abril.

Pacten lo que pacten los partidos, el nuevo gobierno ejecutará de mejor o peor gana lo que diga Merkel y en todo caso nos ahorraríamos el gasto de unas elecciones. Mejor que lleguen a un arreglo, aunque sea malo. De lo demás ya se ocuparán los acreedores.

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