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Profesor del área de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Oviedo

Los patrimonios de Llanes

Hace ahora un largo siglo, en 1905, en un discurso pronunciado en su finca de Partarríu de la villa de Llanes, José Parres Sobrino, dirigente del Partido Liberal, demócrata radical y senador del Reino, le decía a los "honrados labradores y obreros del concejo" que "había que sanear el régimen municipal de Llanes", que eran "víctimas de una administración comunal despótica, egoísta y llena de inmoralidades que había que destruir", y que eso había que hacerlo "con la bandera de la ley y el ariete del voto".

Sanear el régimen municipal, limpiar el ayuntamiento del "feudalismo caciquil", fue el objetivo de uno de los hombres más preclaros y justos de nuestra tierra, pero parece ser que un siglo no es nada porque los últimos caciques que gobernaron Llanes hasta ayer mismo habían planeado, de común acuerdo con sus especuladores urbanísticos habituales, cementar la finca de Parres Sobrino y rodear el edificio modernista de Partarríu con bloques para viviendas y con una gran superficie para Mercadona, borrando del mapa la mejor historia de Llanes.

En Llanes vivimos hoy el tránsito imperfecto de una vieja a una nueva política, el tránsito del viejo caciquismo socialista a una nueva democracia plural. Como estamos viendo todos los días, la vieja política eran la privatización ilegal del agua con Aquagest, las irregularidades en la contratación del suministro eléctrico con Gas Natural, los acuerdos bajo manga con Feve, la licencia para levantar un mamotreto en la misma playa de Barru, la contratación mediante el método del dedazo de supuestos técnicos dispuestos a firmar lo que mandara el patrón, el asalto a los empleos municipales por los compañeros de viaje, los planes urbanísticos a medida como en La Talá, las recalificaciones arbitrarias, el clientelismo y la filialización del voto a cambio de favores, etc., una política tramposa y corrupta para perpetuar en el poder a una serie de logreros oportunistas encabezados por Trevín, cuyos descendientes directos se llaman la exalcaldesa Campillo, un tal Herrero, otro apellidado Balmori, la famosa "Roldana" y demás familia.

Claro que la avaricia rompe el saco, así que estos personajillos ya han pasado a la historia negra de Llanes, mientras tanta tropelía ha arrumbado los distintos planes urbanísticos, lo que sin embargo no ha impedido al anterior equipo municipal aprobar con nocturnidad y alevosía la operación más escandalosa de todas, a saber, la gran transformación sobre un anterior suelo rústico de un pequeño hotel en la misma playa de Barru. El caso del hotel Kaype es ciertamente escandaloso porque los socialistas en el gobierno otorgaron a un influyente personaje -que parece ser que tenía relaciones societarias con la familia de la anterior alcaldesa- una licencia que multiplica ilegalmente la edificabilidad del anterior, afecta a la línea de costa y rompe la relación de la playa con su espacio natural, en un ejercicio de despotismo administrativo que ha sido tumbado por los tribunales y que en principio supone su desmantelamiento y la indemnización a la propiedad con más de 7 millones de euros, una enorme cantidad que de tener que hacerse efectiva llevaría al Ayuntamiento directamente a la quiebra y bloquearía por muchos años las inversiones municipales. Y más sangrante si cabe es que este "Algarrobico" llanisco, que naturalmente fue el resultado de una negociación del promotor urbanístico con el gobierno municipal, donde ambos son responsables de torturar la legalidad con la imprescindible colaboración de agentes públicos, esta operación desastrosa para el interés general, exige asumir responsabilidades tanto políticas como empresariales que nadie quiere asumir, cuando como bien ha dicho el actual alcalde, Enrique Riestra, algunos deberían pagar por este gravísimo "saqueo" a las arcas municipales, esto es, al dinero de todos los llaniscos.

Como bien sabemos, para justificar lo injustificable, para naturalizar este "feudalismo caciquil" -del que había hablado José Parres un siglo antes-, el socialismo llanisco, que lo mismo permitía construir adefesios como el de Barru que derribar casas históricas, vendía como panacea a los vecinos el crecimiento turístico y hostelero, el despegue de la actividad económica del municipio, y sobre todo la creación de empleo, para lo que había que levantar edificios con licencias ad hoc o permitir la construcción de hoteles directamente ilegales como nuestro "Algarrobico": el fin (económico) justificaba los medios (ilegales).

Así vivió Llanes su larga transición de la nada a la miseria democrática, un periodo llamado socialista donde ese caciquismo hizo fortuna elección tras elección durante cerca de tres décadas dando oportunidad a que los vecinos afines al régimen local hiciesen su particular agosto, mientras los jefecillos locales podían meter la mano después de meter la pata amparados por el régimen mayor del socialismo asturiano.

Sabemos que el nuevo gobierno municipal llegó para acabar con estos graves desmanes impulsado por un voto militante de regeneración democrática, y también sabemos que desde que llegó hace medio año no ha parado de descubrir un sinfín de irregularidades, graves chanchullos o pufos millonarios como el citado, confirmando que desde hacía mucho tiempo la decencia había huido de nuestro ayuntamiento, donde acampaban sin embargo los "sociolistos".

Pues bien, otro de los asuntos que viene de atrás y que ha salido hace poco a la luz es el intento de urbanizar la famosa finca de Partarríu, una de las joyas arquitectónicas de la corona del patrimonio inmobiliario llanisco, un edificio centenario de referencia en la historia y la cultura local (en él se rodaron películas tan conocidas como "El Orfanato") y, más importante aún, un edificio construido por el citado José Parres Sobrino, que, junto con su familia, fue uno de los más importantes personajes del Llanes contemporáneo.

En efecto, la modernización educativa y social del Llanes decimonónico está vinculada a su padre, Parres Piñera, que impulsó la enseñanza y el mercado en su parroquia natal de Posada, y sobre todo a los acaudalados hermanos Sobrino -habían hecho su fortuna en México-, que promovieron dos grandes obras de alcance histórico en la villa, la puesta en marcha del colegio de segunda enseñanza, pionero en la comarca, de "La Encarnación", para que los jóvenes llaniscos se formaran en las letras y en las ciencias allí donde el gobierno de turno había dimitido de educar a los jóvenes, y, además, el gran Hospital Faustino Sobrino para que los mayores pudieran ser atendidos en el final de su vida. Esas obras extraordinarias realizadas y financiadas por sus familiares las completaría el propio José Parres con otras de singular importancia como la carretera de Bricia a Niembro, la habilitación de este puerto para el cabotaje, el abastecimiento de aguas de Posada, la gestión del citado hospital o los estudios de la carretera de Corao a Nueva.

No solo eso, porque Pepín Parres -como cariñosamente se le conocía- fue un escritor prolijo interesado en los temas económicos e hispanoamericanos y un político liberal de proyección nacional que luchó sin tregua contra el caciquismo reaccionario local, defendiendo siempre a las clases populares y lanzando incluso un periódico semanal, "El Pueblo", que se editó en la villa durante dos décadas para combatir las ideas ultraconservadoras de los semanarios "El Correo de Llanes" y "El Oriente de Asturias", que dominaban en la comarca. (Por cierto que para la memoria histórica centenaria de Llanes es especialmente lamentable la reciente desaparición de "El Oriente", como también lo es el cierre del célebre Café Pinín).

La obra más singular de Parres Sobrino fue el palacete de Partarríu, que se terminó precisamente en 1898 -el año de la pérdida de Cuba- y que fue proyectado por un famoso arquitecto santanderino, Valentín Lavín Casalís, autor también de otras obras destacadas en la zona oriental, como las escuelas de La Arquera y especialmente la Quinta Guadalupe en Colombres, hoy famosa por ser la sede del Archivo de Indianos.

Por todo ello pretender construir en el solar de Partarríu bloques de hormigón y una gran superficie es atentar contra el patrimonio inmobiliario local y contra la memoria histórica del concejo, contra la cultura democrática que encarnaba Pepín Parres, y en general contra las familias Parres y Sobrino, que juntas han sido las mayores benefactoras de Llanes y su concejo a lo largo de su historia contemporánea.

José Parres Sobrino da nombre a la plaza de la villa y su padre Parres Piñera tiene un monumento en Posada, pero hay que recordar que el maravilloso edificio del Hospital Faustino Sobrino fue derribado ya en época democrática sin respeto alguno por aquella magnífica obra. Sería vergonzoso que tres décadas después se aislara el gran edificio de la finca de Partarríu (como se hizo antes con el engendro urbanístico en el palacete de la Divina Pastora) llevándose por delante la arquitectura única que lo conforma y la memoria democrática de uno de los llaniscos más comprometidos con la justicia y la libertad de los últimos tiempos.

En realidad, Llanes debe un solemne homenaje popular a Pepín Parres en el próximo centenario de su muerte, ocurrida en 1917 en circunstancias todavía no aclaradas. Un homenaje al liberal demócrata y gran benefactor que debería incluir no solo la defensa de Partarríu sino también la recuperación de su obra escrita, y por extensión un homenaje también a su familia, porque como dije antes los Parres y los Sobrino promovieron con su dinero y su generosidad la educación y la salud de muchas generaciones de llaniscos.

Más aún, deberíamos aprovechar esta lamentable iniciativa especuladora propia de la vieja política para reivindicar el conjunto del patrimonio inmobiliario del Llanes contemporáneo construido gracias al dinero de nuestros antepasados emigrantes, a los indianos o a sus familiares -como el caso de Pepín Parres- porque con sus casas luminosas y sus palacetes ultramarinos hemos heredado unas edificaciones extraordinarias que dignifican el moderno urbanismo llanisco y que hay que proteger como un bien estratégico de nuestra tierra.

Llanes, lo sabemos todos los asturianos, tiene un patrimonio natural extraordinario con sus montes y valles, con sus costas y acantilados, sus playas y sus arenales, que a pesar del "Algarrobico" local, afortunadamente el régimen socialista anterior no pudo cementar con los desgraciados planes urbanísticos por la oposición vecinal organizada sobre todo en torno a AVALL, oposición cívica que ha podido garantizar así el futuro del primer recurso económico del municipio que es nuestro paisaje natural, aunque en estas fechas tengamos que lamentar que ni el Ayuntamiento endeudado por culpa de régimen trevínico, ni el Principado, ni siquiera el Estado, hayan sido capaces de adquirir para el común esa península maravillosa de Celoriu que se acaba de vender llamada Borizu, un balcón único sobre el Cantábrico.

El segundo recurso de Llanes es el patrimonio "artificial", que viene de la historia nobiliaria y eclesiástica del concejo (como esa joya románica de San Antolín de Bedón que el actual Ayuntamiento trata de recuperar para el concejo), y más aún de las construcciones civiles de sus hijos que en los pasados siglos nos han traído de América los dineros para sobrevivir y las casas y jardines para admirar (y también las escuelas y las bibliotecas, y las fuentes y los lavaderos, y los parques y los paseos, y los camposantos y hasta muchas carreteras locales, esto es, una ingente obra pública que el viejo Estado corrupto y oligárquico nunca fue capaz de construir para ayudar a la prosperidad de nuestra tierra).

Por eso Llanes tiene otro tercer gran patrimonio -abundante también en la Asturias rural- que es el paisanaje indiano, esto es, el patrimonio humano formado por la emigración ultramarina, por los miles y miles de convecinos que han hecho en los dos últimos siglos el mejor Llanes, el Llanes mestizo, el Llanes de ambos mundos que nos identifica.

A nuestra generación y las que nos sucedan les toca proteger esa maravillosa herencia donada por los dioses y por los hombres del concejo que tuvieron que emigrar, defendiendo así el excepcional paisaje natural y urbanístico de Llanes, sea en la playa de Barru o en la finca de Partarríu. Una maravillosa herencia que en definitiva debemos a la naturaleza que hay que preservar, a vecinos anónimos cuya obra colectiva hay que recuperar, y a ilustres personajes como José Parres Sobrino que hay reivindicar, un verdadero demócrata que luchó toda su vida -como escribieron en su despedida sus colegas liberales- "por purificar el ambiente político y caciquil de su querido Llanes".

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