Lo que se quería demostrar -es decir, el QED de los clásicos, el "quod erat demonstrandum"-, acaba de suceder con todos sus atributos y explosiva constatación. Pablo Iglesias Turrión ha pasado por la Zarzuela para ver a Felipe VI, según manda el protocolo postelectoral, y así, de cuajo, le ha señalado la alineación gubernamental que el desearía, a saber, Pedro Sánchez de presidente y él mismo, en su mismísima mismidad, vicepresidente del gobierno. Sólo debió de faltarle añadir: "Y mira Felipe, con ese ejecutivo y con mi perseverancia, reformamos esta democracia que fue otorgada por tu padre sin que nadie le preguntara, salvo Franco, y a ti te pagamos el billete a Cartagena y luego te abonamos un par de meses en Fontainebleau, donde estuvo tu bisabuelo, para que te aclimates". ¿No sería brutal? No nos referimos a lo de Fontainebleau, sino a que en la mente de Iglesias Turrión se pueda estar acrisolando tanto republicanismo feroz de mucha gente que ve la monarquía como algo inútil. Es un punto de vista que no compartimos aquí, aunque a veces nos inquieta la liviandad de la Corona. Sin duda, algo falla en la Zarzuela y es muy escasamente favorecedor que el vestuario de la Reina Letizia ocupe la mente de los plebeyos. Pero volvamos a Turrión, porque decimos que en Podemos hay estrategia, mientras que en el PSOE hay unos chicos de plástico -Sánchez-, y cierta jauría a su alrededor. Así que el autopostulado vicepresidente los ha dejado con cara de estúpidos a todos. Habrá sido coincidencia, pero Rajoy entró en parsimonia y, de rebote, en el PSOE, César Luena, otro que tal anda, se lió a calificar a Rajoy de "trilero y antisistema", que es más bien lo que un socialista de los nervios le diría al podemista Turrión. Así pues, con esta gentucilla de la política vamos avanzando día a día, entre espabilados hijos de las tinieblas y estúpidas criaturas de la luz, o viceversa. Como se quería demostrar. QED.
