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Tino Pertierra

La realidad virtual ya está sobre el papel

La búsqueda de alternativas rompedoras en los medios tradicionales para coser la información con el hilo de las nuevas tecnologías no tiene días libres. Uno de los periódicos que más esfuerzos realiza en ese sentido es "The New York Times", y lo hace por la vía de la realidad virtual. En un año en el que gigantes como Google, Samsung, Microsoft o Sony apuestan sin titubeos por una vía que cambiará radicalmente la forma en la que disfrutaremos del ocio (de momento con los videojuegos, pero pronto llegará al cine y la televisión), uno de los diarios de referencia de la prensa estadounidense lleva a su terreno lo que hace poco tiempo parecía ciencia-ficción.

El año pasado, el periódico llegó a un acuerdo con Google para que sus suscriptores recibieran, junto con la aplicación NYT VR, una "Cardboard", un casco bastante rudimentario pero muy eficaz para ver vídeos en 360 grados. En pocas palabras: un aparato formado por una caja de cartón con un juego de lentes dentro que, al meter el teléfono móvil en su interior, permite gracias a una aplicación acceder a la realidad virtual y, por ejemplo, tener al alcance de la vista la totalidad de un escenario. "The New York Times" realizó para esa insólita herramienta un reportaje de once minutos en 360º ("The Displaced") y los resultados fueron tan prometedores (fue visto por un millón de suscriptores) que la empresa propietaria del diario ha anunciado una fuerte inversión para elaborar más trabajos así. Una cuestión decisiva que empieza a estar resuelta es la entrada de ingresos con la publicidad, algo que los responsables del medio esperan desarrollar con la progresiva realización de vídeos (con una periodicidad mensual inicialmente) que atraigan a patrocinadores que respalden un proyecto con nuevas hechuras comerciales y planteamientos distintos a los habituales.

Una propuesta audaz y todavía en mantillas como ésta deberá sortear al principio la desconfianza de los lectores sobre los peligros de que la tecnología manipulen tanto la realidad que, además de virtual, acabe desvirtualizada, un dilema periodístico de primera magnitud que se puso sobre la mesa con ese primer reportaje, una crónica sobre la odisea de unos niños que escapan de la guerra. Es más, el periódico admitió que la grabación de la historia se realizó con modificaciones mínimas, pero ciertas, de la realidad pura y dura. El hecho incuestionable es que en este tipo de productos donde el espectador pasa a estar dentro de la misma información y ésta sufre una inevitable manipulación inherente a cualquier producción audiovisual abre un debate ético imprescindible y esencial que el buen periodismo no puede nunca descuidar.

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