La peña gastronómica Puente de Mando, una de las más relevantes de Gijón, con un cuarto de siglo de existencia, organizó ayer un multitudinario homenaje al hostelero Fernando González Espina, piloñés de cuna, gijonés de adopción, viajero incansable, emprendedor impenitente, exjugador de balonmano y hombre de ánimo siempre positivo, aun en las mayores adversidades. Fernando pelea a brazo partido con una terrible enfermedad, sin que la sonrisa le huya de la cara ni el ánimo le decaiga. Los integrantes de la peña le obsequiaron con una cerámica conmemorativa de su fidelidad a un grupo tan heterogéneo y con un reloj que dibuja la silueta del Urriellu, no para que cuente las horas venideras, sino para que haga memoria de los minutos ganados al abrigo de la amistad, que se convierten, por obra y gracia de los afectos, en años luz. Es lo que tiene ser generoso en amigos: que duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad.
