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Tápame

Qué pena me da de muchos de ustedes, son tan jóvenes y se han perdido tantas cosas sabrosonas del pasado... Gracias a la memoria de los mayores algo les llegará. Alguno de mi quinta recordará, tal vez con lagrimones en los ojos, aquella maravillosa película de Sarita Montiel, "Pecado de amor", y el momento estelar -ni la tos seca del acomodador se oía en la sala- cuando canta aquello: "Tápame, tápame, tápame que tengo frío, si tú quieres que te tape ven aquí cariño mío". La peli acaba bien, el mozo se casa con ella y la tapa bien tapada.

¿A cuento de qué este "revival"? Se lo diré, mire, me vino a la memoria cuando leí que el gobierno italiano tapó, encerró, las esculturas desnudas de los Museos Capitalinos en vulgares cajones. Convirtieron así nuestro arte, el clásico de verdad, en apolos y venus fantasmas, indignos de mostrarse con su pétrea genitalidad a la contemplación de gentes de otras culturas. La visita de la delegación iraní a Roma, con Hasan Rohani a la cabeza de un numeroso séquito, se hizo en el seno de la ortodoxia de su rigurosa norma y ello nos obligó a cubrir la nuestra para no contaminar de impurezas. Solución de emergencia: encajonar el arte y convertir el museo en un desván. Es difícil calificar esta medida de las autoridades romanas -en los últimos tiempos hemos agotado el repertorio de adjetivos "descalificativos"-, aunque nos queda siempre el de hortera, pues eso, horteras de marca mayor.

La pregunta que uno se hace es si harían tamaña estupidez ante una delegación de un país musulmán de economía menguada. La respuesta la sabemos de sobra. El encajonamiento del arte es exclusivo a los países poderosos del Islam. Bienaventurados los económicamente débiles, ellos verán el arte en piedra al natural. Debemos respetar, nadie lo discute, las formas de unos y otros. A nadie se le ocurriría servir a los musulmanes en los aperitivos de las cuchipandas agasajadoras chorizos del Alto Aller y un crianza de la Rioja Alavesa. Pero de eso, a calcarle un biquini a la Venus, qué quieren que les diga: absurda pleitesía.

En fin, quien manda, manda. Y para el caso el que manda son los 17.000 millones de euros que están en juego en acuerdos comerciales entre Irán e Italia. El dinero pone la venda a nuestros gobernantes y cajones a las estatuas en pelota. Ojos que no ven corazón que no siente. Lo malo es que los nuestros ven, pero ante la pasta miran hacia otro lado y hacen mutis por el foro con manifiesta hipocresía ante la crueldad más cruel del planeta. Por ejemplo, en Irán, en la tierra de nuestros protectores y amigos, la "sharía" (ley islámica) contempla la lapidación a "las" y "los" que cometen adulterio, la amputación de manos al chorizo o una tunda latigazos por pasarse de cubatas. Esto es lo terrible de nuestro tiempo, de nuestra singular globalización, que bajo el imperio del dinero cada vez nos resulta menos gravoso comulgar con ruedas de molino.

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