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Javier Morán

El Cormorán

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Seguimos con los toros de Gijón y con los Zúñiga, que continuarán organizado los festejos. Nos interesa esa opinión del hijo Zúñiga sobre el peligro mayor de llevar niños al Orgullo Gay en vez de a los toros. Pero tampoco queremos escurrir el bulto acerca de la cuestión de fondo. ¿Sí o no a los toros? Hay un colectivo animalista muy interesante pues como es sabido las grandes plazas se dividen entre las de afición "torista" o "torerista". La primera de ellas viene a ponerse de parte del morlaco, aunque tampoco eso significa que deseen la muerte por cogida del torero. Pero lo que no se puede negar es que, de alguna manera, los "toristas" son animalistas. Y esto viene a cuento de que una inmensa blandura invadió la fiesta desde las reformas de la dictadura de don Primo hasta el último tercio del siglo XX, cuando los toros se ponían de rodillas cada poco. Entonces, los aficionados, con mucho mosqueo, se preguntaban entre el rechinar de sus dientes: ¿Pero por qué se caen los toros? ¡Por Dios! Coño, se caían porque estaban mal criados y porque los empresarios, y los toreros, pedían piezas suficientemente cómodas. Había excepciones, claro. Por eso nuestra propuesta consistiría en que se indultaran cada vez más toros, pero no por un parámetro como el de género, es decir, "hay que dar más Premios Princesa de Asturias a mujeres". No. Lo que pedimos son más toros indultados por haber mostrado una casta y fiereza inauditas y, de paso, haber puesto al torero en muy serios apuros. Evidentemente, podrían aumentar las bajas, pero sería como efecto de haber respaldado a los "toristas" animalistas.

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