La crisis y los recortes cambiaron la perspectiva sobre el dinero público por pura necesidad. No significa que la lección esté completamente aprendida. Medios para hacer cosas, aunque muy menguados, sigue habiendo. Iniciativas productivas, multiplicadoras y rentables para el interés general, pocas. Ocho años de penurias no han servido, lamentablemente, para aguzar el talento. Noticias de estos días que los lectores pudieron seguir en LA NUEVA ESPAÑA lo ejemplifican.

Asturias no lidera en casi nada las clasificaciones comparativas entre las autonomías del país excepto en algunos impuestos y en gastos sociales. La partida dedicada a la atención a los mayores, a los necesitados y a los dependientes es, en proporción a las posibilidades del Presupuesto del Principado, muy elevada: 52 euros/habitante por encima de la media. Con ese gran esfuerzo se obtienen unos resultados pobres, según la Asociación Nacional de Servicios Sociales, que evalúa cada ejercicio la calidad del sector. La excesiva burocratización y las redes de atención duplicadas, afirman los especialistas, generan muchas ineficiencias.

La única preocupación de la consejera del ramo ha sido descalificar el informe y cuestionar los datos. Ni por un instante asume la posibilidad de que los expertos estén en lo cierto y haya aspectos que rectificar. El documento abrió en paralelo un debate sobre el salario social, que consume del dinero de todos los asturianos 101 millones de euros. Ciertamente no deja de resultar chocante que Asturias, entre las regiones con menos familias en situación de exclusión, subvencione con una renta mínima al mes a tantas personas porcentualmente como el País Vasco y Navarra, comunidades ricas, a la cabeza en este capítulo y con escandalosos privilegios para financiar lo que quieran.

Hay recursos pero mal aprovechados, y eso equivale a tirar el dinero a la basura. Con los vuelos ocurre algo parecido. Asturias inyecta 2,7 millones de euros en las aerolíneas para abaratar los billetes y multiplicar las conexiones internacionales. No ha logrado ni lo uno ni lo otro por improvisación y falta de criterio, y por los goles que le meten las compañías. El anterior consejero de Economía diseñó un concurso de ayudas para estimular la competencia tan calamitoso que consiguió que los vuelos a Madrid y a Barcelona operen en régimen de monopolio con tarifas por las nubes. La línea internacional en progresión, la de Lisboa, es precisamente la única sin apoyos. Muchos asturianos la utilizan como plataforma para desplazarse desde Portugal a América a precios asequibles.

El dinero público empleado en aviones sirve en realidad para facilitar la salida en periodos de vacaciones a destinos turísticos como Canarias, Baleares o Venecia. No para enlazar de manera óptima la región. Para los organizadores de congresos, traer asistentes foráneos, de espera en espera y de aeropuerto en aeropuerto, constituye una tortura. Cantabria, que emplea sólo 500.000 euros más que Asturias, acaba de conseguir billetes a Barajas a 90 euros y cuenta con conexión frecuente hacia Bruselas, Edimburgo, Dublín, Düsseldorf, Fráncfort, Londres, Milán y Roma.

Porque lo que consigue un concejo lo reclama el de al lado, tenemos diseminados por la región, hasta en lugares inverosímiles, multitud de polígonos industriales. Del total, 4,2 millones de metros cuadrados permanecen vacíos. Esa superficie daría para instalar mañana a otras dos compañías del tamaño de la Du Pont. En algunos de los que están desiertos, como el de Bobes, a falta de empleos la gente sigue echando los caballos a pastar. La oferta de suelo, en fin, no ayuda inexplicablemente a bajar los precios, más baratos en Galicia y en Castilla y León. ¿Así cómo van a llegar nuevos empresarios? ¿Dónde está la ventaja competitiva de ese empeño inútil en urbanizar parcelas?

Los políticos prometen el oro y el moro, incluso ahora, como si aceras, farolas, carreteras, centros sociales y paseos no tuvieran coste alguno. En el mismo espejismo caen los ciudadanos que reclaman sin reparar en que los recursos son finitos y en que hay que establecer un orden racional de necesidades a la hora de agotarlos. Lo destinado a una cosa va a dejar de emplearse en otra. Ni establecemos prioridades para sacar adelante primero los proyectos más provechosos para el interés general, ni evaluamos los resultados de los acometidos para comprobar si han sido útiles y rendir cuentas. Una visita a las hemerotecas permite comprobar con desolación que reivindicaciones básicas de hoy son las mismas de hace medio siglo.

No hay coordenadas que marquen el rumbo a seguir hacia el futuro. Damos tumbos malgastando el tiempo y las oportunidades. A la sociedad asturiana le cuesta una enormidad desarrollar iniciativas con verdadero sentido de región por falta de liderazgo para arriesgar y porque la puja localista las acaba contaminando. Las últimas consecuciones conjuntas de trascendencia -como el Hospital Central, en su día en vanguardia, la salida a la Meseta por el Huerna, las soluciones mancomunadas para el agua y las basuras, el plan para impulsar las alas- datan de la época de la Diputación Provincial o de los inicios de la autonomía. Ya llovió desde entonces para seguir cautivos de la ineficacia y la falta de ideas.

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