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Rajoy ante Salomón

Pido disculpas de antemano por la licencia metafórica, porque es evidente que ni Rajoy es madre ni Felipe VI tiene el margen de maniobra del rey Salomón, pero la situación de España sí es muy similar a la de aquel niño reclamado por dos presuntas madres, a las que el rey judío les proponía partirlo por la mitad, de modo que cada una de ellas tuviera su parte.

Como aquellas dos mujeres, Rajoy y Sánchez se disputan España y ni el sabio Salomón va a poder impedir que se divida por la mitad, porque ninguno de aquellos dos la siente verdaderamente como suya: a ninguno le importa, con tal de no ceder en sus pretensiones personalistas.

La ambición suele ser inversamente proporcional a la valía personal. Ambos lo están demostrando fehacientemente. Ninguno tiene altura de estadista. Son dos perdedores que en cualquier país mínimamente democrático ya habrían dimitido hace tiempo -el mismo día de las elecciones- o los habrían corrido a gorrazos, si se me permite la expresión. Rajoy, partiendo de una amplia mayoría absoluta, llevó a su partido a perder sesenta y cuatro diputados y uno de cada tres votos, dejando a España en una situación ingobernable o, mejor dicho, en vías de partirse por la mitad como el niño de Salomón.

¿Y qué decir de Sánchez? Aún peor. Cosechó un resultado histórico: noventa diputados. "Hemos hecho historia", declaró la noche electoral. Ciertamente, hizo historia obteniendo el peor resultado electoral de la reciente historia del PSOE, un resultado verdaderamente histórico, pero por catastrófico. Desde las primeras elecciones de 1977 es la primera vez que el PSOE baja de la barrera de los cien escaños. Ni siquiera Rubalcaba, con sus ciento diez diputados en 2011, había caído tan bajo.

Pues con estos mimbres pretende Sánchez a toda costa ser presidente del Gobierno de España. Lleva grabada en su mente la leyenda de la espada de César Borgia: "O César o nada". Ésa es su obsesión.

Así las cosas, Rajoy acusa a Sánchez de no pensar en el bien de España. Y es cierto, está dispuesto a partir el país por la mitad y a resucitar las dos Españas, una de las cuales podría volver a "helarte el corazón", según el conocido vaticino de Machado.

¿Pero es Rajoy más patriota que Sánchez? ¿Pone Rajoy el bien de España por delante de su ambición? Rotundamente, no. Fue Tucídides en el siglo V a. C. el primer historiador que distinguió entre los motivos aparentes y los pretextos (prófasis) y las verdaderas causas (aitía) de los acontecimientos y del actuar de los protagonistas de la historia. Rajoy aduce como prófasis de sus pretensiones los ciento veintitrés diputados obtenidos el 20 de diciembre, la mayoría minoritaria. Pero la verdadera causa es que no quiere ser descabalgado de la Presidencia del Gobierno por su propio y egoísta interés. Por eso, invocando el bien de la patria, exige que los demás apoyen su investidura como única salida del atolladero al que nos abocó el resultado electoral. Opone el "O yo o el caos" al "O César o nada". Pero resulta que también él es el caos, con lo cual así no hay salida posible.

La única solución a la presente aporía política sería -hipótesis irrealizable conociendo al personaje- que Rajoy sintiera el verdadero amor de madre y por la integridad de España y el bien de los españoles cediera ante las pretensiones de Sánchez de ser César, a sabiendas de que no habría un rey Salomón que le restituyera el poder. Pero sí tendría una extraordinaria capacidad de influir en la política española y en la gobernabilidad del país desde la oposición, con esos ciento veintitrés diputados.

¿Cómo? Firmando el mismo pacto de gobernabilidad que él pretende desde el Gobierno con C's y el PSOE, pero desde la oposición. Doscientos cincuenta y tres diputados, comandados por Sánchez, férreamente controlado por Rivera y por Rajoy, u otro líder del PP, que pudiera dar estabilidad a España y llevar a cabo la política necesaria para no perder el camino andado y profundizar en las reformas que hagan progresar en el empleo y en el bienestar a todos los españoles. Con esta generosidad de madre verdadera, que lo convertiría en un padre de la patria (PP), Rajoy enjugaría su yerro de no haberse marchado tras el batacazo electoral y quedaría como un verdadero estadista para la historia.

El Gobierno estaría formado propiamente por PSOE y C's y obtendría la investidura mediante la abstención del PP. Con ello se cerraría la puerta a quienes se mueren de ganas por entrar en un Gobierno del desgobierno para romper España y conducirla por los caminos ya transitados por nuestra amada Grecia.

Y en esto desperté de mi ensoñación.

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