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Profesor de Investigación del Instituto Pirenaico de Ecología-CSIC

Incendios forestales y desarrollo rural

Al debate sobre los incendios forestales le falta más perspectiva desde el medio rural. Se alude a la participación de los habitantes de los pueblos, pero no basta. Las personas que viven directamente de los recursos naturales en el medio rural, incluidos los del mar, y el territorio en que viven, cuyas masas forestales son en gran parte de sus habitantes, son proveedores de servicios a la sociedad. Proporcionan alimentos y materias primas y, si es bien manejado, agua y aire limpios; se acumula carbono; se regula la erosión y se forma suelo, se retiran contaminantes en sus terrenos y ríos; es soporte de la polinización; tiene un alto valor cultural y recreativo. Todo esto se ha de reconocer y se ha de retribuir de alguna manera. Porque nada de eso ocurre de forma comparable en las ciudades y, sin ello, éstas no se podrían sustentar.

Para acertar con las soluciones a los incendios forestales se ha de tener perspectiva histórica y proyección a futuro. La valentía que tienen hoy en día los jóvenes que deciden quedarse apegados al terruño a vivir de la ganadería, la agricultura y otros recursos naturales es comparable a la de hace unas décadas cuando se inició la gran emigración a las ciudades y algunos decidieron quedarse a vivir de lo que da la tierra (Rozas Vidal 2006, Red de Museos Etnográficos de Asturias). Porque la actual tendencia socio-demográfica lleva a exagerar las diferencias campo-ciudad, a una pérdida creciente de pueblos, a la aglomeración en ciudades y barrios urbanos, nuevas urbanizaciones y a la transformación de pueblos cercanos a ciudades como barrios residenciales. Con esta tendencia, muchos pueblos habrán mermado considerablemente su población en una o dos generaciones y gran parte de los servicios que nos presta el mundo rural se habrán perdido.

Si la mayor parte de los incendios se originan, con buena o mala intención, por personas ligadas al medio rural y producen daños enormes, pues aplíquese la ley. Pero la mayor parte de los delitos de nuestra sociedad, y que más daños económicos y morales producen, tienen lugar en entornos urbanos y muchos quedan impunes. Personalmente, no soy partidario de usar el fuego como herramienta de gestión del territorio, aunque parezca una utopía. Es costoso y difícil usar medios mecánicos para desbrozar y preparar pastos en zonas abruptas. Pero mucho más costosas son algunas obras que han de repararse repetidamente, en entornos urbanos. La apertura de pastos por medios mecánicos en La Rioja y la incorporación de ganaderos a comités de prevención en Francia han llevado pareja la disminución significativa de grandes incendios. Y se pueden seguir investigando nuevas herramientas.

La solución a los incendios forestales no se puede separar del desarrollo rural. Las personas que viven en y del medio rural han de ser actores fundamentales de la solución. Se han de crear estructuras de actividad y negocio en el medio rural integrando a ayuntamientos y concejos en la gestión de todos los servicios que provee el territorio en beneficio e interés de sus habitantes, como dice Rodríguez-Vigil. No servirán las herramientas del siglo pasado (concentraciones parcelarias, promoción de nuevos cultivos en zonas naturales, empresas gestoras de actividad, planes de actividades turísticas) si se dirigen solo a alguno de los servicios; si no se incorpora a los mismos pobladores, especialmente a ganaderos y agricultores, como parte esencial y decisoria de la gestión del territorio. Y para eso hace falta preparar y ofrecer alternativas a los jóvenes que viven en los pueblos y conocen su territorio. Muchas familias desearían verlos crecer en el medio rural si se les dan oportunidades antes que seguir aglomerándose en los ambientes contaminados de grandes ciudades. Esta nueva perspectiva ha de considerar el territorio como ese mosaico de ecosistemas que, sin perder la esencia de los paisajes asturianos, proporciona múltiples y equilibrados servicios a toda la sociedad. Con ello se conseguirá devolver la dignidad a la gente de los pueblos. El orgullo de vivir apegados a su territorio y ser depositarios y transmisores de los servicios de los ecosistemas ya lo tienen, aunque unos pocos se empeñen en quemarlo.

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