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Sol y sombra

Puertas giratorias

Pablo Iglesias, tras leer el plan de choque del candidato socialista, ha dicho que no será difícil ponerse de acuerdo con Pedro Sánchez. Antes de leerlo, tampoco: el poder es el pegamento que más une. Si hay que ponerse de acuerdo se pondrán, superando líneas rojas y moradas, cualquier tipo de línea o de obstáculo. Lo que sucede es que estamos en una fase de escenificación en la que para juntarse es necesario, primero, mantener cierta distancia.

La política nacional sale a representación diaria con guiones mediocres y actores de segunda y tercera fila, en eso no se diferencia demasiado del cine español, en cuya gala ha brillado esta vez el líder de Podemos dispuesto en cualquier momento a exhibir sus grandes dotes camaleónicas: en mangas de camisa con el Rey, de esmoquin frente a los titiriteros.

Iglesias sólo ha visto una objeción, en el fichaje de la exministra socialista Trinidad Jiménez por Telefónica, pero no será un inconveniente. Sánchez se ha apresurado recalcar que en el caso de su "madrina" no hay "puertas giratorias" que valgan. El nombramiento puede esperar a que la negociación concluya.

El pantouflage ha existido siempre en nuestra esfera pública, tanto si se trata de altos cargos como de ordenanzas promovidos de empleo. Algunos de ellos, como ocurrió con el asistente del general Prim, aspiraron incluso a puestos a los que resultaba muy complicado catapultarlos. Cuando Prim fue elegido presidente del Consejo de ministros en 1870 le ofreció a su ayudante, para premiar sus servicios, que eligiese un destino de su gusto, y éste ni corto ni perezoso respondió: "Señor, hágame coronel retirado". Algo que debió de resultar imposible.

Las puertas giratorias, en la actualidad, son bastante más previsibles.

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