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Nueces de California

Verdades, mentiras, contradicciones y epilepsias

Reflexiones a raíz de dos hechos impactantes, uno durante la niñez y otro en la juventud

"No hay distinciones concretas entre realidad y ficción, ni entre lo verdadero y lo falso. Una cosa no es necesariamente verdadera o falsa; puede ser al mismo tiempo verdadera y falsa". (Harold Pinter).

Cuando era pequeño, no tenía más de 12 años, hubo dos hechos en mi vida que me impactaron. El primero concierne a mis limitaciones físicas, cuando a los seis años en una tranquila mañana de invierno empezó a temblarme el moflete y perdí el habla durante unos minutos. Comprendí la famosa frase de Mahatma Gandhi: "cada cual es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras". Me diagnosticaron una crisis de ausencia, pequeño mal para ser más exactos. Esta circunstancia marcó mi infancia, mi adolescencia e incluso mis primeros años de universidad.

Mis padres, preocupados, consultaron con diferentes galenos. Me acuerdo de los famosos electro-encefalogramas, de cada uno de los cables y de esa pasta (asquerosa) que me ponían en la cabeza y que se mezclaba con el pelo. Años más tarde comprendí que era necesaria para optimizar la toma de datos, y que en realidad pretendían resolver el problema inverso de potenciales evocados. He de reconocer que la manera de evocarlos, con luces parpadeantes y los ojos cerrados, me mataba. En esta búsqueda del remedio, un médico incluso propuso hacerme un agujero en el cráneo para insuflarme aire en el cerebro, me imagino que en la zona afectada, es decir, en la fuente del pequeño mal. En fin, si ya estoy como las maracas de Machín y no lo hicieron, imagínense como habría quedado si lo hubiesen hecho.

La medicina en su búsqueda de soluciones siempre ha hecho barbaridades, que en su momento parecían de lo más lógico. Eso es lo que tiene el no tener teoremas y ser una ciencia empírica. Ni los van a tener, vista la pobre formación matemática de los estudiantes de medicina, que en busca de la cima de la PAU escapan de las mates, como el gato escaldado que del agua fría huye. En fin, ellos sabrán, porque últimamente los avances en medicina siempre han ido de la mano de la tecnología. Me da pena cuando años más tarde son esclavos de la bioestadística y exponen los resultados de carrerilla, como si del "Padre Nuestro" se tratase, sin ningún método crítico de análisis de resultados.

El segundo evento ocurrió seis años más tarde cuando vi a un cura echar con cajas destempladas a un gitanillo de la entrada de una iglesia. Creía equivocadamente que la iglesia era para los pobres. Decidí no volver más a misa, lo cual redundó en una mejor salud mental pues dejé de plantearme cuestiones que eran para mí un tanto contradictorias. Mi abuela y mi madre respetaron mi decisión. Las clases de religión en el instituto tampoco lograron convencerme, más bien lo contrario, pues eran bastante anodinas. Tampoco entendía, ni entiendo ahora, que la religión fuese asignatura evaluable y se impartiese en centros públicos.

Eran tiempos oscuros; sin embargo, España lleva todavía años de retraso con respecto a países de nuestro entorno, en los que la escuela laica no se discute. Se dice, por ejemplo, que la sociedad estadounidense es muy religiosa y que no se podría imaginar un Presidente que no firmase la frase que aparece en los dólares: "In God we trust" (confiamos en Dios). Sin embargo, en un país donde he visto hasta la Iglesia de los Moteros de la Harley-Davidson este debate está superado porque son una sociedad diversa y el hecho religioso es de carácter privado. Creo y defiendo la laicidad en la educación. No entiendo muy bien cómo se puede estudiar el origen del universo y al mismo tiempo afirmar que Dios hizo el mundo en siete días; o como se puede estudiar la genética, el ADN, las proteínas y los aminoácidos y afirmar que la mujer proviene de la costilla del hombre. Respeto el hecho religioso, pero no lo comparto a nivel educativo. Son contradicciones. Años más tarde comprendí que los malos pasteleros odian los pasteles que fabrican; algunos políticos, a los ciudadanos que representan; algunos médicos, a los enfermos que curan; algunos profesores, a sus discípulos; y algunos pedagogos, la tiza, y sin embargo son capaces de decirnos cómo hay que dar clase cuando ellos se refugian en labores burocráticas.

Todas estas aparentes contradicciones me han servido para que desde hace mucho tiempo decidiese que nunca sería esclavo de ninguna idea, y que sólo haría aquello que considero importante, y si algo no me gusta, no lo hago. Así de sencillo. Sólo intento hacer las cosas lo mejor que puedo y disfrutar del camino, porque cuando una cosa está bien hecha nadie pregunta cuánto se tardó en hacerla, sino quién la hizo. También sea quizás por estas razones que he elegido el camino de la ciencia, porque amo su independencia, aunque se intente amordazarla. Pese a todas estas trabas, es mucho más democrática que el arte y las humanidades. Uno se pregunta, por qué éste y no aquel. ¿Cómo es posible que éste haya ganado este certamen o le hayan publicado un libro? En literatura hablan muy pocos y si no tienes padrino no te casas. Todavía es peor en el mundo del arte, que siempre ha ido de la mano del mecenazgo. No se entiende por qué unos artistas con gran talento malviven y otros, bastante torpes, exponen en las mejores galerías y se cotizan como el platino. No creo que Velázquez fuese uno de ellos.

La independencia de la ciencia hace daño en ocasiones al mercado. Pongo por ejemplo la declaración de la OMS que relaciona el consumo abusivo de productos cárnicos procesados y el cáncer. La Red Española de Registros de Cáncer de España asegura que el cáncer más frecuente en 2015 fue el de colon y recto. ¿Cuáles son las razones de una mayor prevalencia de ciertos cánceres en ciertas zonas de nuestro país? ¿Existe una correlación con la dieta, la calidad del agua o del aire? Estos estudios son muy corrientes en EE UU y han originado indemnizaciones multimillonarias. Nos guste o no, existen estudios científicos que indican la gran importancia de la calidad de los alimentos en la salud. La educación de los ciudadanos en estos temas excede la información que reciben por parte de sus médicos o de los organismos de salud pública. Algunas publicaciones ponen en el disparadero ciertos productos que se creen nocivos para la salud, mientras que otros (con propiedades antiinflamatorias) son considerados como protectores.

Un ejemplo es el libro del Dr. David Servan-Schreiber "Anti-cáncer. Una nueva forma de vida", que recomienda una dieta basada en un 80% de vegetales cultivados de modo biológico y en un 20% de proteína animal, como en los viejos tiempos. Obviamente, si existiesen pruebas definitivas que relacionasen el cáncer y cierto tipo de alimentos sería una irresponsabilidad que éstos no fuesen prohibidos. Los consumidores tenemos la mosca detrás de la oreja y cada cual intenta seleccionar de modo óptimo sus fuentes de información. Como en el caso del cambio climático, cíclico o no, no sería ninguna contradicción aplicar el principio de prudencia. Los consumidores no somos ratones de laboratorio.

¡Estimado Harold, tenías razón! Tu discurso del Nobel de Literatura en 2005 debería ser lectura obligada en las escuelas.

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