En el año de 1968, Joan Manuel Serrat comunica a TVE su deseo de representarla en Eurovisión con la canción compuesta por el "Dúo Dinámico" y titulada "La, la, la" siempre y cuando se le permita cantarla en catalán, que es su lengua materna y la de millones de ciudadanos con DNI español. Naranjas de la China, claman las más altas instancias. Y un jamón, ordenan desde El Pardo. Se forma la marimorena, como bien recordarán quienes acudieron en Oviedo al primer recital de Serrat tras su plante, y se llama a Massiel en su lugar. Triunfará en castellano, mientras caen truenos y rayos y prohibiciones y censuras sobre el intérprete del Poble Sec barcelonés.
En el año de 2016, Bárbara Reyzábal González-Aller, de nombre artístico Barei, es elegida para representar a RTVE con la canción "Say yai!" cantada en inglés, lengua que no es materna de millones de ciudadanos con DNI español, y que ni fue ni es oficial aquí, con unos coros (19 palabras, al parecer) que, primero, se grabaron en español, pero que, después, pasaron al inglés, lengua oficial del imperio al que pertenecemos, como es bien sabido. Se arma un escandalito en las redes, no echan pestes en La Zarzuela ni en Moncloa, y la señorita Barei, tan pancha, acudirá a Estocolmo cantando que "Hello, hello, Mr. fighter. Look! there we go again. Go-getters don´t forsake!", que, como escribió aquel censor franquista, sabe Dios lo que querrá decir. Serrat quiso reivindicar con su gesto el reconocimiento oficial de una de las lenguas aquí habladas, sabiendo que con ello le llovería lo que no está escrito. Barei nada reivindica, solo quiere ser "más internacional". En efecto, con 560 millones de hablantes y subiendo, el español no le parece bastante internacional. Quizá la tenga por una lengua cateta, obsoleta, aldeana, basta, ramplona, chanfona y zarrapastrosa, que solo por culpa del canon que imponen los viejunos ha dado docenas de los mejores escritores que en el mundo han sido. Y sí que es desastrado el castellano cuando ella lo usa, sumando incorrecciones a sinsentidos: "O sea, bueno, es que, claro, no puedes decir de este agua no beberé porque como luego bebas de ese agua la que te cae encima ni te cuento. No digo de este agua no beberé, pero bueno a no ser que legalmente me lleven a la cárcel, no, quiero decir, nooo?". Así se limpia, fija y resplandece nuestra lengua en todo su esplendor. Ole.
Me importa un pimiento el festival de Eurovisión. Por mí como si lo ganan Liechtenstein o el Vaticano o las islas Tuvalu. Pero no me importan un bledo los impuestos que pago para mantener una televisión pública cuya obligación es satisfacer mis necesidades en la medida proporcional a las del resto de contribuyentes. Que Barei cante en inglés o ruso medieval cuando solo se representa a sí misma en los conciertos o donde sea que actúe me parece de perlas. Qué más daría, entonces, el idioma con una letra que parece la adaptación de cualquier manual de autoayuda: sé feliz, lucha, sube montañas, sonríe, persigue tus sueños, di sí, sí, sí, hurra, cántalo, la, la, la? Pero "representar" significa, en ese idioma que Barei maltrata, "ser imagen o símbolo de algo". Y al acudir a Eurovisión acepta ser imagen o símbolo de quienes mantenemos con nuestra pasta a RTVE, no de sus caprichos personales.
Pues como Barei solo pretende ser más internacional, que dé un paso al frente y sea de un internacional que te rilas. Propongo aquí que cante "Say yay!" en chino mandarín. ¿No es acaso la lengua más hablada del mundo? Menudo puntazo. Vaya golpe de efecto. Ya oigo a José María Íñigo: "Y, por fin, turno para nuestra representante, el momento que todos los hogares españoles estaban esperando. ¡Barei! Que cantará en chino mandarín acompañada a los coros por el Gato de la Suerte". Lo ibas a petar, tía.
