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Sol y sombra

En la cuerda floja

Este país es un despropósito. Empezando por el maltrato que se dispensan sus líderes políticos y sus coros de adeptos que, ante una encrucijada como la que vive España, han optado por elevar la escenificación de la enemistad y el anecdotario que de ella se desprende a cumbres jamás vistas. La corrupción es ahora como el caco que aguarda detrás de cada esquina y últimamente tiene una víctima fija: el Partido Popular. Aunque hablar aquí de cacos y de víctimas sin invertir los términos quizás sea algo demasiado inocente por mi parte.

El problema es que el partido más corrupto fue también el más votado en las recientísimas elecciones, prueba de que lo que está cayendo, más de lo mismo, desde hace años, no impide a una mayoría significativa de votantes confesar en las urnas sus temores a que lo que está por llegar pueda ser aún peor de lo que tenemos, financiaciones irregulares y enjuagues incluidos. O por decirlo de otra manera, la alternativa resulta tan poco ilusionante que para poder gobernar tiene que arrastrarse a través de unos pactos que no dejan de inquietar y tampoco ofrecen una gran perspectiva de estabilidad para la gobernación futura del país, que pronto empezará a sufrir la inquietud amenazante de los mercados. Vivimos, en todos los sentidos, en la cuerda floja.

Pero ayer lo que realmente importaba, al parecer, era la tensión en Twitter entre el PP y el PSOE por la negativa de Rajoy a estrechar la mano de Pedro Sánchez delante de los fotógrafos. El hombre que impulsa la parálisis de su partido jugando a la defensiva se abotona la chaqueta para no tener que escenificar el buen rollo que no existe pero el país necesita más allá de la gestualidad de quienes deberían garantizar un estado de ánimo y de convivencia, ya que no de eficacia.

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