Dimite Esperanza Aguirre e inmediatamente muchos en el Partido Popular han pensado que se quedan sin ninguna esperanza. Esto a lo que nos referimos sucede en las bases ya que en las medias alturas y alturas del partido nadie quería ya nada con Aguirre, y para recambiar a Rajoy, si no logra gobernar, piensan más en Soraya o en el gallego Núñez. Pero eso es otra historia. Lo que ahora interesa destacar es que Esperanza Aguirre creó una simpatía grande hacia su persona y muchos militantes llegaron a tenerla encima de una peana. Sin embargo, ese fenómeno ha sido una de las abducciones o alucinaciones colectivas más sustanciosas de la España contemporánea, ya que la señora ha sido magnífica expresión del "cuanto más dulce la lengua, más afilado el diente", que hay que interpretar como besitos a los afiliados y arreones al partido, pero también cantos al progreso de la sociedad y, a la vez, perversas ideas sacadas del neoliberalismo más inhumano. Dicho en plata, una mezcla monstruosa y un peligro público. Pero, finalmente, no ha sido eso lo que acaba con ella, sino el haber estado rodeada por los principales escándalos corruptivos de PP, que son varios e intensos. Sin ir más lejos, estos días se cumplió la puntual cita semanal del PP con sus basuras y saltó precisamente el registro de la sede del PP de Madrid en busca de rastros de la "operación Púnica". No estamos exagerando con lo de las mierdas semanales, pues en las últimas cinco semanas los escándalos, nuevos o reverdecidos, han sido: Acuamed, imputación del PP por cargarse los ordenadores de Bárcenas, concejales de Valencia imputados, Rita Barbera como la "vieja del visillo" y el citado registro. En cuanto a todos los escándalos que rodearon a Aguirre en Madrid (la ciudad más corrupta de España en diversos órdenes), la señora parece haber permanecido intocable e intocada, así que era mujer de grandes besitos a la militancia y de grandes ideas liberales demoledoras, pero de una gran bizquera para vigilar a sus cachorros.
