La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La salida en falso de un tentetieso

Esperanza Aguirre hace pasar por temprana y regeneradora una retirada tardía y envenenada

Si Aguirre es o no tan débil de faros como sostienen algunos de sus detractores es una cuestión que nunca se ha podido elucidar desde fuera, ya que las impresiones que suscita el análisis de su desparpajo se contradicen con el estupor que genera el estudio de su rostro. Sin embargo, tras más de tres décadas de carrera política, no puede caber duda de que la exlideresa es la más lista de las listillas, cualidad esencial en la política española de las cuatro últimas décadas. Lo demostró ayer con una dimisión que es, a la vez, una salida tardía, una salida temprana, una salida en falso y una salida envenenada que la consagran como la quintaesencia de los tentesiesos de la política.

Aguirre se va tarde, muy tarde, pero como en la política española nadie se va hasta que lo echan o lo encarcelan, parece que se va pronto. Se va tarde porque la Gürtel -basada en dos ciénagas, su Madrid y la Valencia de Camps y Barberá- estalló en 2009 y ella siguió presidiendo la Comunidad hasta 2012 y el PP de Madrid hasta ayer sin inmutarse. Le bastó con cargarse al consejero López-Viejo, su parachoques y seguir de frente. Y también se va tarde porque la Púnica estalló en 2014 y Granados, su número dos en el partido durante años, lleva en la cárcel desde octubre de ese año. Ha precisado, pues, 16 meses para reaccionar.

Pero también se va pronto, casi de estampida, porque lo hace sólo 72 horas después de que la Guardia Civil registrara las oficinas del PP madrileño, anunciando que el temporal que cerca a la gaviota, lejos de amainar, arrecia. Y, además, lo hace cuando Barberá se emperra en acantonarse en su fuero del Senado, pese a tener imputados a todos sus colaboradores. Y cuando Rajoy sigue jugando al tancredismo de casino y sueña con que Sánchez fracase para encabezar la regeneración aunque su partido se le cae de podredumbre.

Eso sí, Aguirre se va en falso, porque se queda como jefa del grupo popular en el Ayuntamiento de Madrid, pese al baño de incuria en el que ayer se solazó al pregonar, como prueba de su honradez, que en su vida ha visto una cuenta. Seguir al frente de la bancada municipal le permite mantener una importante tribuna. Sin duda la aprovechará para buscarle réditos al componente envenenado de una salida en la que, tras llamar a la regeneración del PP, instó a Rajoy a asumir sus responsabilidades por la corrupción. Esa puñalada a su jefe de filas y siempre enemigo fue para muchos el minuto de oro de su comparecencia.

La dimisión de Aguirre es, pues, una jugada que la entroniza como listilla mayor. Lo malo de los políticos listillos es que, encelados en su nube tóxica, tienen querencia a creer que sus conciudadanos son tontillos. Y no.

Compartir el artículo

stats