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Nueces de California

Fun Manifesto

La importancia de pasarlo bien en los trabajos, sobre todo si son creativos

Por mucho que me esfuerzo hay cosas que no entiendo. Algunas, porque están en mi espacio nulo, es decir, soy insensible a ellas. Estas son las que más me molestan, porque no las percibo y siempre dudo si me estoy perdiendo algo. Otras no las entiendo porque no las puedo ni las quiero entender. Sé que puede sonar un poco duro, pero a veces no merece la pena entender y justificar las cosas. Voy a citar algunos ejemplos.

No entiendo el racismo ni la intolerancia. Sé que el racismo es ante todo ignorancia y que desgraciadamente hay más ignorantes que "Schtroumpfs" en las historietas del dibujante belga Peyo. Los belgas son unos tipos especiales. Los franceses suelen reírse de ellos, sean flamencos o valones, pero a mí me parece que los belgas tienen su cosa. Por ejemplo, la historia de los pitufos. ¿Habían caído en la cuenta de que sólo hay una pitufina en el poblado y que el resto son pitufos-machos? Bueno, también está el pitufo poeta, un transexual de los sentimientos. ¿Será realmente la presión que existe sobre las mujeres en este mundo tan machista y misógino? Ya ven que no hacen faltan titiriteros para que las historietas tengan moraleja. A mis hijos les encantaba por ejemplo la historia de los tres cerditos y la película de Disney. Se ponían como motos con el cerdito práctico. ¡De hecho uno de ellos terminó estudiando ingeniería! Me acuerdo también que un día mi buen amigo Ramiro, que vive en las regiones de ultramar del imperio, es decir, en Cataluña, me dijo que él nunca compraría las películas de Walt a su hija Clara. Al poco tiempo les visité en Sabadell y las tenía todas. Es verdad que Walt fue un mal bicho, anticomunista, delator, etc., pero también es verdad que creó un imperio audiovisual y un mundo que si no existiese los niños lo echarían de menos.

Todo se puede mirar con muchos ojos, y los ojos de los adultos suelen deformar la realidad en su provecho. Llegará un momento en el que no se le pueda decir nada a un niño, no lo vayamos manipular. Me ocurrió a mí en un viaje a Boston. Tenía a mi lado en el avión a una niña de ocho años que viajaba sola, con un "nounours". Mi gran error fue hablarle y preguntarle cómo se llamaba el "nounours". Rápidamente la azafata vino y me invitó a cambiar de sitio, tratándome como a un pederasta. Obviamente la envié a paseo y le dije que ese era mi sitio, y que simplemente estaba intentando ser simpático con mi vecinilla. ¡Imagínense si le hubiese tocado el pelo! Estas aberraciones también han llegado ya a España, porque la gente tiene miedo. El futuro es alentador: el silencio.

Tampoco entiendo que haya profesores de universidad que digan que no les gusta investigar. Es una pena, porque la investigación implica viajar muy lejos y adentrarse en terrenos que uno ni se imagina. ¿Quién les iba a decir a los científicos que iban a trabajar sobre las ondas gravitacionales cuya existencia Einstein predijo en su día? Yo, por ejemplo, este último mes en Burdeos he estado trabajando sobre un problema matemático que posee tintes filosóficos para estudiar la estructura geológica de la Cueva prehistórica de Lascaux: ¿se puede detectar lo que se cree indetectable? ¿Qué se detecta mejor, la ausencia o la presencia? Yo lo tengo muy claro después de la muerte de mi madre en 2005. También he aprendido en este viaje que los hombres prehistóricos eran como nosotros, que tenían nuestra misma capacidad de abstracción, nuestra misma mala leche, y estaban obsesionados no solo con los animales, sino con el sexo. Recomiendo la lectura de la publicación de Cristina Sáez "Sexo en las cavernas". Ninguna diferencia con los grafiteros de los servicios de hombres en cualquier tugurio de mala muerte.

También en unos de mis últimos viajes a Columbus-Ohio para colaborar con el Nationwide Children's Hospital sobre el desarrollo del síndrome nefrótico en niños, conocí a mi gran amigo Richard Ramson, bioquímico y director del grupo que investigaba este problema. Por motivos que nos son objeto de detallar Richard y su equipo fueron despedidos al no obtener los resultados esperados, justamente en el verano en que les visitaba. Richard reaccionó de una manera inesperada. No cogió una escopeta de cañones recortados y se cargó a todo aquel que se le cruzaba en el camino, no. Richard, que es un ala pívot de unos 2,0 metros, se bajó del árbol, olvidó sus iras y reflexionó, y creó el "fun manifesto" (http://www.funmanifesto.net). Como buen americano, Richard aplica el principio de parsimonia. Su filosofía es sencilla: "Where fun is, is good - where fun isn't, is the problem".

No sé si conocen la palabra fun, que en castellano se puede traducir por pasarlo bien, diversión. Richard defiende la idea que es importante tener "fun at work", es decir, trabajar no significa pasarlo mal. De hecho, en los trabajos creativos el pasarlo bien es fundamental. Por eso no entiendo que existan profesores a los que no les guste investigar. Creo que se han equivocado de trabajo.

Richard está escribiendo el libro "The Fun Paradox" en el cual defiende un punto de vista que es la razón por la cual nos hicimos amigos, atrayendo nuestros intelectos, como la tierra empuja las manzanas hacia el suelo: "La manera más seria de actuar es no sacralizando tu trabajo". El fun y el flow. ¿Fluyes o no fluyes? Esa es la cuestión. Si no fluyes, déjalo. Y si fluyes tírate montaña abajo, siguiendo la línea de máxima pendiente, surfea las olas, disfruta, y grita al mundo: "I think I'm the best, el rey del mambo". Claro, pero para fluir, primero hay que estrujar. Siempre pienso en Paco de Lucía cuando me dijeron que de pequeño tocaba la guitarra más de diez horas al día.

Creo que deberíamos adaptar nuestras empresas más creativas y sobre todo la Universidad a esta manera de ver las cosas. El otro día leía los problemas que existen en el campus de "Mieres Unterwegs". Las razones son muchas y requerirían un artículo. Prometo que lo haré porque en Mieres empecé a dar clase, he dado clase durante 16 años, y es una villa a la que le tengo mucho cariño. Hoy no es el día. Sólo quiero hacer una pregunta: ¿hay fun en Mieres? ¿Qué hace la Universidad o el Ayuntamiento para que Mieres sea atractivo? Un mamotreto vacío de fun es un monstruo. Es verdad que quizás tampoco haya fun ni Oviedo, ni en Gijón, pero son ciudades capitalinas. A la guerra no se puede ir disfrazado de rosa.

¡Ah, lo olvidaba! Tampoco entiendo a los cretinos, palabra muy francesa por cierto. ¿Saben cómo los definen por estos lares? "Des gens "qui font chier" tout le monde!". Obvio la traducción.

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