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Daniel Capó

El mundo 3,5

El impacto de las redes sociales en la forma de relacionarnos

Hacia 1930, el poeta húngaro Frigyes Karinthy escribió un relato en el que enunciaba la hipótesis de los seis grados de separación, según la cual nadie necesita a más de cinco intermediarios para acceder a una persona determinada, ya sea el Primer Ministro de Australia o un indio guaraní. Desconozco si la teoría de Karinthy fue verificada a lo largo del siglo XX, aunque muy pronto dio el salto a la cultura popular hasta el punto de que hoy en día forma parte del acervo habitual de cualquier conversación. Es lógico, si pensamos de qué modo esta tesis activa los resortes de nuestra particular sentimentalidad narcisista. Así, no sólo estamos cerca de nuestros familiares, amigos, vecinos y compañeros de trabajo, sino que además también tenemos al alcance de la mano a cualquier gran personalidad: actores y actrices de Hollywood, estrellas deportivas, reyes, emperadores y presidentes; cantantes de ópera y grupos de rock; top models, banqueros de la City, pilotos de Fórmula 1 y astronautas. En fin, un planeta de 10.000 millones de habitantes sigue siendo un pañuelo.

Pero no sólo eso. Con permiso de las ondas gravitacionales, el segundo gran tema de la semana ha sido que el mundo resulta mucho más pequeño de lo que Karinthy creía. Gracias a un estudio llevado a cabo por Facebook, el nuevo número mágico del ecosistema network es 3,5 intermediarios, en lugar de cinco o seis. Desconozco si ese 0,5 se refiere a medio amigos o a examigos, aunque cabe suponer que, de un modo u otro, la cifra se ha dividido por dos. Si dar seis saltos puede parecer difícil, tres o cuatro ya no lo es tanto y menos aún si el método de acercamiento empleado es el sencillo "me gusta/ no me gusta" de Facebook. Gracias a las redes sociales, nuestro mundo se ha reducido -a la distancia de un clic- y además se ensancha de una forma impresionante, porque cualquier vecino de nuestra finca ya no se encuentra ni más cerca ni más lejos que un tsaatan de Mongolia o un muong de Vietnam. Me temo que lo propio de nuestra época sea la ambivalencia: cuanto más próximo, más lejano; cuanto más pequeño, más amplio.

Dejando aparte las anécdotas estadísticas, lo cierto es que las redes sociales están cambiando nuestra forma de relacionarnos. Las amistades costosas y largas en el tiempo -como un viejo noviazgo- han dado paso al flechazo inmediato. ¿Es esto bueno o malo? Vaya uno a saber, aunque lo más seguro es que resulte indiferente, como tantas otras cosas. Frente a las amistades escasas, sólidas e inquebrantables de antaño, ahora priman los círculos líquidos, cambiantes y amplios con los que se intenta operar desde la lógica del "win win": yo gano, al igual que tú. Una agenda vale su peso en oro; el número de seguidores en Twitter o de amistades en Facebook también, sobre todo en el campo laboral. Los "headhunters" rastrean las redes en busca de información sobre nosotros, mientras se construyen espacios como Linkedin que conjugan la amistad, el "networking" y el desarrollo profesional. Cabe pensar que, en el mundo 3,5, cada uno de nosotros debe convertirse en marca, debe velar por su reputación global y lanzarse al uso intensivo de las técnicas de marketing.

En un magnífico debate que tuvo lugar hace unos años entre el filósofo conservador Roger Scruton y el economista de moda Tyler Cowen, ambos se preguntaban si las redes sociales dejarían algún espacio para la auténtica amistad. Como no podía ser de otro modo, las respuestas de uno y otro fueron opuestas. Scruton cortejó a su mujer en una cacería de zorros, Cowen conoció a la suya en internet. Mientras el primero hablaba de Jane Austen y la textura literaria de la vida, el segundo se refería a lo que nos indican las estadísticas. Para Scruton, seguramente, la tesis 3,5 carece de cualquier valor; para Cowen, tal vez refleje las bondades de un mundo interconectado y veloz. Sea cual sea su opinión al respecto, que sepa -querido lector- que usted y yo estamos mucho más cerca que hace apenas un lustro. Y en el futuro quizás lo estemos todavía más.

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