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Cultura, industria y religión

Las consecuencias del desafecto a la Iglesia o las leyes religiosas por parte de artistas y empresas

"Los ateos somos minoría en el mundo", confiesa Alejandro Amenábar, director chileno de cine. Por lo visto, en el colegio religioso en el que estudió fue también en donde se forró de temores preadolescentes, que el cine, años más tarde, lo ayudaría a desterrar. Y añade: "Yo no intento convertir a la gente". Al desafecto a la religión, se entiende. Opina, además, que la educación religiosa en centros concertados propicia cierta desconfianza hacia la cultura y lo que él llama "pensamiento abierto".

José Luis Cuerda, director y productor español de cine, estudió en otro colegio de la congregación que denuesta Alejandro Amenábar. Pone también a caldo a los frailes. Y añade: "No soy quién para decirle que no use la muleta de la religión a quien la necesite". Pero discurre así: "En qué cabeza cabe como válida la invención de que Dios es todopoderoso y a la vez bondad infinita". Este razonamiento suyo corresponde, según él, a "pura lógica". Las declaraciones de ambos cineastas se hallan en el reportaje que un medio de comunicación les ha dedicado recientemente.

Los dos se han alejado de la Iglesia. También lo hizo en su día James Joyce, quien, en la novela "Retrato del artista adolescente", plasmó su propia vivencia: "No serviré por más tiempo a aquello en lo que no creo, llámese mi hogar, mi patria o mi religión. Y trataré de expresarme de algún modo en vida y arte, tan libremente como me sea posible", dice Stephen Dédalus a Cranly en la mencionada obra. A Amenábar y Cuerda tampoco les gusta el patriotismo. Y concluyen: "Somos dos rebotados".

A su vez, John Banville, irlandés como Joyce y Premio "Príncipe de Asturias" de las Letras 2014, en la promoción de su última novela, "La guitarra azul", expresaba este deseo: "Sería fantástico que pudiésemos volver al paganismo. El mayor desastre de la humanidad ha sido la creación de los monoteísmos". Y el lector se preguntará: ¿En qué consistía la grandeza del sistema que añora? En que los dioses griegos eran -dice Banville- "celosos, cortos de vista y malos, como nosotros".

Hasta aquí personas del cine y la literatura. Ahora de la industria. Hace dos años, Zara sacó una camiseta de listas horizontales, inspirada en unas del Oeste, con una estrella cosida a la altura del corazón, en la que figuraba la palabra sheriff. Los judíos elevaron una protesta porque evocaba el atuendo de los campos de concentración. Zara pidió mil disculpas y la hizo desaparecer del mercado. Igualmente, hace unos años, esta firma no se percató de que se habían mezclado, contraviniendo la ley religiosa judía, lino y algodón en la confección de una línea de trajes. Zara la retiró de las tiendas, pidió perdón y dio su palabra de que nunca jamás sucedería algo así. Hoy es la principal cadena de venta de ropa en Israel.

Uno se ha hecho ya a la idea de que un artista pueda ser outsider, informal, extravagante, transgresor, deturpante, rupturista, periférico, postmoderno, sacripante o marginal. Basta con leer el libro del periodista Antonio Lucas sobre bohemios, escritores malditos, genios prematuros y heterodoxos de todo tipo. Proscritos y sin un céntimo. "Vidas de santos" lo tituló.

Tal vez los artistas sean así, bien por naturaleza bien por impostación, no sé. Pero de algunas casas productoras de películas, programas audiovisuales y libros, que atraviesan dificultades serias y viven al día, es preciso decir que se están estrangulando a sí mismas por la riesgosa imbricación, hacia la que han derivado, de instancias que propenden a la deflagración por menos de nada: política, economía, cultura y religión. Las jalean, juntan, separan, alían o ignoran. Lo que toque. Ahora, enfrentarlas. Y desmarcarse de la religión. En ocasiones, de modo ofensivo. Acción que acarrea consecuencias. Y desafecto. Teniendo que asumir al final la silenciosa dimisión de no pocos espectadores y lectores que han caído en la cuenta de que el mejor modo de rebatir es no comprar: ni entradas de cine ni sedicentes best sellers. "El cine no era una forma de expresión, sino de conseguir algo de dinero y continuar caminando", confiesa uno de los directores arriba mentados. Pues claro.

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