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Memorias del 23-F a toro pasado

A toro pasado, todos nos arrimamos. El 35.º aniversario del fallido golpe de Estado de 23 de febrero de 1981 sirve de pretexto para que algunos de los que vivieron aquel acontecimiento saquen lustre a los recuerdos. En un periódico madrileño describen a sus redactores de entonces como "unos locos que habían decidido salir a la calle para luchar por la democracia con un periódico contra unos señores armados con un fusil". El periódico salió a la calle pasadas las 9 de la noche cuando los quioscos estaban cerrados y las calles de Madrid prácticamente vacías. Con el paso de las horas, el periódico fue sacando sucesivas ediciones hasta que una pudo repartirse incluso dentro del Congreso después de que Tejero hubiera negociado su rendición. Los que ya tenemos cierta edad guardamos memoria de una jornada cuyos entresijos siguen generando controversia. Al que esto firma, el 23-F le cogió en Oviedo. Era redactor jefe de LA NUEVA ESPAÑA, presidente del Comité Intercentros de los Medios de Comunicación Social del Estado y en los ratos libres ejercía de abogado. Pasaban un poco de las seis de la tarde cuando entró muy agitado en la redacción Luis Alberto Cepeda, director adjunto, para avisar de la entrada de la Guardia Civil en el Congreso. Luego, seguimos los acontecimientos por la radio, oímos los disparos de ametralladora en el hemiciclo y las órdenes de Tejero ordenando tirarse al suelo a los diputados. Y después un teletipo de Efe dando noticia del bando de Milans del Bosh en la capitanía general de Valencia. Yo aproveché para llamar al director técnico de nuestra cadena de prensa y pedirle que enviara a todos los periódicos una nota de los trabajadores en apoyo a la Constitución. El director técnico, un hombre de inocultables simpatías al viejo régimen, me contestó que él se limitaba a esperar instrucciones. "Pero de qué coño de instrucciones me hablas -le dije- si el Gobierno y el pleno del Congreso están secuestrados. Como no sean órdenes militares...". "¡No seas impertinente!", me replicó. En vista de que esa vía estaba cegada llamé a Efe a un compañero y le pasé el comunicado que él tuvo a bien transmitir por el teletipo de la agencia. En aquella jornada de largos y espesos silencios, creo que entre el bando de Milans y el discurso del Rey nuestra modesta nota de apoyo a la democracia fue la única que hizo repiquetear los teletipos. Y tampoco recibimos en el periódico ningún comunicado de partidos, sindicatos o asociaciones. Silencio total, como si se los hubiera tragado la tierra. Al día siguiente, en cambio, una vez se supo de qué parte soplaba el viento que infla las nóminas, la avalancha de adhesiones a la democracia fue inenarrable.

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