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Diputada asturiana de Podemos en el Congreso

Romper la brecha

Reivindicación de la igualdad en Asturias, donde la temporalidad y la precariedad laboral afectan más a las mujeres

Cuando las encuestas preguntan a la gente de Asturies si está orgullosa de su tierra, la respuesta suele ser afirmativa y contundente. Orgullo por la cultura, por la lengua, por los paisajes y la historia. A mí me gustaría, sin embargo, que entre los motivos de celebración estuviera también que Asturies fuera una tierra de igualdad, justicia y bienestar social. Un referente ético en el conjunto del Estado, haciendo gala de esa historia de lucha y reivindicación que tanto fortalece nuestra identidad. Aquello que defendía Rosario Acuña de los derechos de la persona libre. Sin embargo, esto no es todavía posible: celebrábamos esta pasada semana la reivindicación por la igualdad de sueldos entre mujeres y hombres, pero Asturies tiene la mayor brecha salarial de España.

En Asturies las mujeres ganan menos que los hombres por realizar el mismo trabajo. Así lo atestiguan las estadísticas oficiales de la Sociedad Asturiana de Estudios Industriales (SADEI). Desde los 18 años hasta la edad de la jubilación, este dato injusto no varía. Así, si los varones de 18 años perciben 6.919 euros de media al año, las mujeres cobran casi dos mil euros menos: 4.959. En las edades inmediatamente anteriores a la pensión, la brecha se agiganta: 23.937 euros anuales los hombres frente a 9.808 las mujeres. Así, según los datos de la última Encuesta Anual de Estructura Salarial publicada en junio de 2015, con datos de 2013, para los salarios medios brutos anuales, la brecha salarial se situó en un 24%, la más alta de los últimos seis años, por lo que las mujeres tendrían que trabajar 88 días más al año que los hombres para cobrar lo mismo.

Durante las últimas legislaturas hemos visto cómo PP y PSOE precarizaban el empleo a través de sucesivas reformas laborales que nos han desprotegido ante los poderes económicos. Donde antes había un contrato indefinido, ahora hay tres temporales y es sabido que la temporalidad afecta muy negativamente tanto a las mujeres como a los jóvenes. El trabajo femenino se concentra en determinados sectores, sobre todo en aquellos con los salarios más bajos, algunos de los cuales tienen una brecha salarial muy acusada: un 35,19% en el sector servicios, un 33% en el de actividades administrativas, un 30,73% en el ámbito de la ciencia o el 29,48% del sector sanitario, que tiene un millón de asalariadas.

No debemos perder de vista la realidad social que esconden estos datos: los sectores productivos con mayor número de trabajadoras están peor pagados, ya hablemos de una cajera de supermercado o de una médica. La razón por la que la temporalidad y la precariedad afectan más a las mujeres es porque sobre ellas sigue recayendo, en la mayor parte de los casos, la crianza y el cuidado de las personas mayores. Si una asturiana quiere tener una familia, es probable que se decida por contratos a tiempo parcial que le permitan ocuparse de sus hijas e hijos. Si tiene que hacerse cargo de su padre, su suegra... también. El sistema, incluso, al pagar mucho menos su trabajo aunque sea idéntico al que pueda realizar un varón, la echa del trabajo asalariado de forma solapada. Así, de paso, descarga en las madres, las abuelas, las hijas, una serie de trabajos sociales y de cuidados muy valiosos y muy caros si tuviera que pagarlos a precio de mercado. Lo que hacemos por amor, respeto y deseo de cuidar de nuestras familias es, en parte, responsabilidad del Estado. Pero éste se lava las manos y nos prefiere en casa: ahorra impidiendo que las mujeres puedan ser trabajadoras en igualdad de condiciones.

Por eso, desde Podemos concebimos la igualdad entre mujeres y hombres -no sólo en los salarios, en toda la sociedad- como un objetivo que debe abordarse transversalmente, desde toda la estructura de la Administración y teniendo en cuenta que no basta una medida aislada sino un cambio radical de nuestras mentalidades para avanzar hacia una sociedad justa. Un ejemplo sencillo: si igualamos los permisos de maternidad y paternidad y los hacemos intransferibles, impedimos que el empresariado tenga la tentación de preferir a un trabajador varón que no va a necesitar bajas o que no va a reclamar el derecho a reducciones por lactancia durante los primeros años de vida de su criatura. Además, si hacemos eso, si por ley hacemos que los padres tengan que coger esos permisos, hacemos que puedan disfrutar de la crianza, de su paternidad, sin verse empujados a negarla o ponerla en un segundo plano para no verse perjudicados en el entorno de trabajo. Otro ejemplo sencillo: para evitar que las mujeres que decidan ser madres abandonen el mercado de trabajo u opten por la temporalidad o las medias jornadas, peor pagadas, es importante extender la educación universal, pública y gratuita, de 0 a 3 años. Así, quienes quieran mantener su actividad al tiempo que formar una familia, podrán hacerlo con la garantía de que el cuidado de todas las niñas y niños es una responsabilidad que el Estado asume sin concesiones.

Los gobiernos, además, deben ser conscientes de que hoy por hoy España y también Asturies tienen familias diversas sobre las que no se puede legislar pasando el rodillo sin detenerse a mirar la realidad. Podemos plantea medidas que tengan en cuenta a las familias monomarentales o monoparentales, de manera que si una mujer (o un hombre, aunque estadísticamente son menos) tiene que hacerse cargo en solitario de su familia pueda disfrutar de mayor flexibilidad laboral, permisos para cuidados o beneficios en la contratación. Los mismos beneficios a las empresas que permitiría desarrollar un plan de empleo específico para mujeres de 45 años o para sectores de población en riesgos específicos.

El Estado tiene las herramientas para evitar las injusticias. No basta con dotar a las empresas de sellos de calidad de igualdad -un premio que las más de las veces es publicidad, imagen de marca- si no se ponen medidas y obligaciones que hagan de la igualdad un imperativo en lugar de una opción premiable. Si además de recabar estadísticas, se aumentase la inspección de trabajo para detectar desigualdades salariales injustas y paliarlas de forma efectiva, aumentaría no sólo la calidad de vida de la gente, sino en realidad la eficiencia, la riqueza y la productividad de nuestro mercado de trabajo. Luchar contra la desigualdad entre mujeres y hombres de forma transversal significa todo esto: comprender la interrelación entre el mercado, la maternidad, la educación y la diversidad. No poner parches, cambiar la manera que tenemos de mirarnos como sociedad, como país.

La igualdad no es un asunto sólo de mujeres, es un asunto de todas las personas. Afecta al salario, al poder adquisitivo, pero también a la dignidad y a la calidad de vida, a la posibilidad de formar una familia y vivir tu maternidad o tu paternidad sin verte fuera del sistema por ello. Se da una paradoja: esta situación desigual sólo favorece al mercado más despiadado, pero si todas las personas que trabajan gozan de los mismos derechos no sólo ganan ellas, sino que también se incentiva un mundo laboral productivo, dinámico, donde las empresas medianas y pequeñas, que son las más en Asturies y en España, pueden también crecer. En un futuro así, por el que trabajamos desde el nacimiento de Podemos, sí estaremos sin ningún matiz orgullosas.

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