Belén: "No siempre he sido tan desconfiada. Hubo un tiempo, incluso, en el que mis amigas me advertían con insistencia que si continuaba haciendo alarde de mi ingenuidad terminaría haciéndome daño a mí misma. No les hice caso, y así me fue. Realmente estaba convencida de que esta vida no vale la pena si no se afronta con las defensas bajadas y sin cortar ningún puente. ¿Que alguien te engaña? Gajes del oficio. ¿Que alguien te traiciona? Pues qué se le va a hacer, ya vendrá alguien que restañe esa herida. ¿Que te entregas por completo en una amistad o un romance y sales trasquilada? Peor para quienes te hacen daño. Ellos se lo pierden. Todos esos pensamientos positivos y llenos de ilusión están muy bien en la teoría, cuando aún no has pasado por trances que los van demoliendo poco a poco. Con la lentitud de los hechos consumados que no admiten vuelta atrás. Ni cura. Tener más experiencia es el consuelo que nos damos cuando nos queda cara de tontos. El primer engaño fue el más inesperado de todos porque Juan? bueno, qué te voy a contar de lo mío con Juan que no sepas, era el hombre de mi vida, el sueño hecho realidad, el tipo perfecto para alguien como, no necesitaba buscar más: ya está aquí, llegó, disfrutemos. Cuando descubrí que? En fin, prefiero no contar la historia porque aún me hace daño. Veinte años después y aún me hace daño. Ni siquiera me consuela saber que la mujer por la que me dejó le dejó a él por otro. La venganza es consuelo de bobos. Pero casi peor fue la traición de Emma, que, además de mi compañera en la oficina, era mi amiga del alma. Mi confidente. Mi guía. Y, sin yo saberlo, mi rival en el trabajo. Ella logró el ascenso y yo? En fin, esas dos fueron mis decepciones más sangrantes. Llegaron más, menos dañinas, pero la acumulación se hizo insoportable y ahora no me fío ni de mí misma: sé que mi sombra es peligrosa".
