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andres montes

Llamada al buen salvaje

En un Congreso que ha pasado "de la mayoría absoluta al absolutismo de alguna minoría", según el popular Rafael Hernando, que con el balón ya en juego sigue protestando contra el reglamento, Pedro Sánchez fue ayer "presidente por un día", en palabras de Íñigo Errejón. La cara inteligente de Podemos no vio tras el presidenciable al evangelizador empeñado en que los buenos salvajes de la izquierda reticente acepten el "mestizaje ideológico" que ha de librarnos del valle de lágrimas en el que Rajoy, encarnación de todos los males, ha convertido al país.

Consciente de sus limitaciones, Sánchez intentaba ayer convencer a quienes tienen los votos que necesita para satisfacer el encargo real que el asalto a los cielos puede hacerse con paradas y no hay que empeñarse en lograrlo de golpe si resulta evidente que se carece del empuje necesario para ello. Pero la izquierda redentorista no admite medianías ni mezclas con los impuros Ciudadanos, por más que se presenten bajo la etiqueta del cambio. El cielo no se negocia por parcelas y antes solos que mestizos, aunque ello suponga retratarse en el banco del "no" junto al demonizado Rajoy.

La próxima semana es un tiempo distinto según se vea desde las perspectiva de quien pide los votos o quien los niega. A Sánchez le sirvió para colgar todos los futuribles con los que llenó su discurso, promesas del tiempo nuevo que se abre con él. Para la izquierda inconmovible, la semana próxima será el momento en que el presidente frustrado vuelva a la mesa de negociación como un hijo pródigo arrepentido de su empeño contra natura. A partir de ahí será el buen salvaje quien intente la conversión del evangelizador aunque para ello tenga que hacer el sacrificio de ofrecerse a compartir gobierno. Tarea inútil porque, tras el rechazo al aspirante socialista, PSOE y Podemos habrán consumado dinámicas absolutamente divergentes y ni siquiera coincidirán en algo tan elemental como identificar a un adversario común.

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