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Cien líneas

Señales

La previa se comió la función. Un hombre de paz -en términos de ZP, jefe del Gobierno durante ocho años- a la calle y de ahí de cabeza a la presidencia del País Vasco. Las palabras de Sánchez, unas horas después, apenas importaban ante los hechos de Otegi. Y aún la doctrina oficial dicta que la ETA ha sido derrotada. ¿Cabe mayor victoria de los criminales como la que están mostrando bien a la vista de todo el mundo? El domingo salió también Urrusolo Sistiaga que había asesinado a nueve personas. Y antes, una recua de bestias humanas de su tenor.

Hombre, es la ley, dicen los hipócritas de siempre. Una ley hecha por el PPSOE. Hombre, son los jueces, promovidos por el PPSOE. No cabe alegar imperativos naturales o divinos sino humanos, demasiado humanos para tanta iniquidad.

Sánchez recitó en el Congreso lo mil veces dicho, con esas sorpresas de marketing para que los medios tengan algún titular que llevarse a la boca y de paso sortear lo único importante: la reforma de la Constitución que han pactado todos. Sí, todos. El PPSOE y no digamos el resto de la cuerda de actores hasta los racistas vascos. Consenso, asimismo, para, por la vía antes indicada, soltar a Otegi, a Urrusolo Sistiaga y así lo que haga falta.

El pacto de Perpiñán, del 4 de enero de 2004, se cumple de forma implacable con ZP, con Rajoy, con Sánchez y con la marimorena. Con cualquier presidente del Gobierno imaginable la economía la ordenará Bruselas y la Defensa, el Pentágono. ¿A quién le interesa la unidad de España?

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