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El beso

Estoy enternecida. Acostumbrada a que se insulten y se falten al respeto o a que hagan la pelota al jefe con aparatosos gestos de apoyo, no me extraña que el beso entre Pablo Iglesias y su socio de En Comú Podem, Xavier Doménech, se haya hecho un hueco en los medios de comunicación de medio mundo. Seguro que lo han visto. Acaba Doménech su intervención para decirle que nones a Pedro Sánchez y, al bajar de la tribuna, le espera en pie un exultante Pablo Iglesias. Se unen en un apretado y cariñoso abrazo y, de pronto, un beso en los labios, un pico que diría mi hijo. Luego, cada uno a su sitio previa palmadita de Doménech al trasero del líder de Podemos. Son apenas unos segundos que uno no se cansa de ver. No tanto por el beso sino por las caras que ponen tras ellos los ministros en funciones del PP Alfonso Alonso, Luis de Guindos e Isabel García Tejerina. Los tres alucinados intercambiando miradas de estupefacción. Más o menos la misma cara de "lo que nos queda por ver" que puso Rajoy en la constitución del Congreso cuando pasó frente a él el diputado Alberto Rodríguez con sus rastas.

El gesto no ha dejado indiferente a nadie. "Un beso que demuestra verdadera pasión política", dicen en la BBC. "El beso del cambio" titula un periódico. "Como los besos de los comunistas en la época de la Guerra Fría", señala algún malicioso con ganas de enredar ante semejante muestra de amor fraternal.

"No pasa nada porque haya gente que se bese en la boca. Ojalá haya más besos en la boca y menos insultos", comentó Pablo Iglesias en La Sexta poco después de haber acusado a Felipe González de tener un pasado manchado de cal viva en referencia a los GAL. Y es que ya dijo Monedero que Podemos es "una fábrica de amor. En las derechas no encontrarás tanto cariño". No sé. Quizá porque les encanta presentarse como un rayo de sol y apertura, en Podemos estas cosas no sorprenden y resultan entretenidas y pintorescas. Pero, por favor, que se quede aquí. Hagan caso a Monedero y que no cunda el ejemplo en las derechas. Imaginar a Rajoy besando en la boca a Carlos Floriano puede resultar demasiado perturbador incluso para quienes abogan por el cambio.

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