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Alberto Menéndez

Crece el desencanto

Los partidos siguen sin encontrar el camino, sin dar con la tecla que les permita comenzar a recuperar la confianza ciudadana. Ya no son sólo las formaciones tradicionales las que no sintonizan con la sociedad, son también las emergentes (con matices entre una y otra), como quedó demostrado en el debate de investidura del socialista Pedro Sánchez. Crece el desencanto, pero no sólo a escala nacional, sino también regional; en Asturias, la proliferación de escándalos es preocupante y separa cada día más a la sociedad de sus representantes políticos.

Que dos meses y medio después de las elecciones no se vislumbre alternativa alguna para la gobernabilidad del país evidencia el escaso o nulo interés de los partidos por articular fórmulas que hagan posible acuerdos, fórmulas que están todas inventadas, con coaliciones de todo tipo. Pero para ello hay que arriesgar; y ceder; y, sobre todo, dejar de pensar en rentabilidades electorales. Convertir el Pleno de investidura de Sánchez en una especie de gran mitin electoral no es la mejor manera de afrontar el actual tiempo político. Como no lo es aprovechar estas sesiones para acabar pasándose factura por no se sabe muy bien qué disputas partidistas o personales.

Al final, unos y otros, con sus tácticas incomprensibles, lo que están haciendo es desconectarse, aún más si cabe, de la ciudadanía. Lo malo es que no se atisban soluciones factibles a tan caótica situación, tal es el grado de enfrentamiento al que se ha llegado.

En Asturias, a estas ya habituales hostilidades entre partidos hay que sumar desde hace mucho tiempo la catarata de escándalos que afectan a las organizaciones políticas. En concreto, a socialistas y populares. El "caso Pokémon", la trama del agua, está causando serios problemas internos al PP. Y el último informe de la Guardia Civil sobre José Ángel Fernández Villa vuelve a poner el foco de la corrupción en el PSOE regional.

Y, claro, si se junta la decepción nacional con la autonómica sale un cóctel explosivo difícil de digerir. Más cuando los protagonistas de esta historia no reaccionan, siguen anclados en la vieja política (los de antes y los de ahora).

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