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Economista

¿Se pueden ignorar las grandes perturbaciones financieras actuales?

Sobre el programa de gobierno rechazado por el Congreso en la sesión de investidura

¿Se planteó en el programa gubernamental rechazado por el Congreso de los Diputados el resolver cómo replicar a las amenazas derivadas de la actual crisis en los mercados financieros mundiales?. No aparece nada sobre eso y, sin embargo, bastaba con haber leído en cualquier diario, no ya de información económica, sino de información general, incluida, naturalmente, LA NUEVA ESPAÑA, para tener conciencia de la amenaza palpable que existe para España derivada de lo que sucede ahora mismo en los mercados financieros mundiales, a más de lo que la agravan todo tipo de equivocaciones en la política económica vinculada al mundo real en cualquier país concreto.

Conviene, en este sentido, señalar en primer término que es evidente el impacto que se sufre en las economías europeas, y que desde ellas se transmite a todos los países de ese ámbito. Por ejemplo, por el frenazo experimentado por China, donde las actividades originadas por una nueva clase enriquecida, que inmediatamente ha pasado a buscar incrementos rápidos en sus niveles de vida a través de operaciones especulativas, concretamente en la bolsa, sin tener conocimientos financieros adecuados, complicaron multitud de aspectos de la economía europea a partir de su derivado, la devaluación del yuán. Y de ahí el derrumbamiento, por ejemplo, del mercado mundial del acero, que no ahorra a España, o de los precios de los productos agroalimenticios, que pese a las posibilidades de la PAC comunitaria pasan a ser más reducidos, y golpean a España naturalmente. Concretamente y de manera obligada, a Asturias. ¿Qué sucede en conexión con Europa y con origen en China y su política de importaciones y devaluación de la moneda en los productos siderometalúrgicos y en los lácteos? China, a través de Europa, repercute en Avilés, en Gijón, en Salas, en Navia o en Cangas de Onís. Todo esto se acaba complicando con problemas financieros inmediatos: créditos que no se pueden pagar o tipos de interés vinculados a déficit obligados. Si seguimos la pista planteada atinadamente por Koo sobre la recesión de balance japonesa, iniciada en 1989, que ha paralizado al país nipón, y lo trasladamos a lo que ya se ve en China, el riesgo de perturbaciones bastantes permanentes crece.

Si consideramos adicionalmente lo que ocurre en ese haz de países emergentes que, se sostenía, iban a contribuir al auge de la economía mundial, el miedo se acrecienta. Nos encontramos con un Brasil que, tras el hundimiento de su PIB en 2015, se espera que sufra un descenso del 3,7%, adicionalmente, en 2016. Por cierto que esto se debe a la ignorancia ante la política económica que se ve con claridad tanto en las decisiones de Rousseff como en las de la presidenta actual. Respecto a Europa existe otro vecino emergente, que es Rusia. Vemos que su PIB cayó en 2015 en un 3,8% y en 2016 se prevé que continuará el descenso en un 0,4%, lo que afecta, en alguna medida, no sólo a sus vecinos fronterizos, sino también a la exportación española.

Añadamos los fuertes desequilibrios de Estados Unidos, tanto en la balanza por cuenta corriente como en el déficit presupuestario. El ser imperio ¡cómo desequilibra la economía! Bien lo sabemos los españoles al contemplar lo sucedido en nuestra patria de 1492 a 1808. Pero al estar España en la UE no puede olvidar que el déficit presupuestario también es considerable en Gran Bretaña -un 3,4% respecto al PIB-, así como en Francia -un 4,1% del PIB- y eso repercute en el mercado crediticio mundial, desde luego en el europeo, y también en el español.

España, pues, se enfrenta a todo eso con dos realidades no favorables. Una es el endeudamiento muy fuerte del sector público y, también, como ha demostrado recientemente el profesor Torrero, con el generado en las familias. Además, como señaló Díez Guijarro, al estar vinculada España con la Eurozona, nuestra vida económica ha pasado a quedar lejos del objetivo de alcanzar una integración financiera sólida e irreversible, lo que hubiera podido atenuar algo nuestra realidad. Pero Europa no parece ser capaz de caminar por ahí. Un excelente economista asturiano, Fernando Fernández Méndez de Andés, en el "Anuario del Euro 2015" denuncia los desafíos formidables que nos afectan por esa carencia de vinculaciones financieras en Europa, y muy concretamente a España, debido, en primer lugar, a la existencia de múltiples jurisdicciones que, al originar realidades sumamente heterogéneas en el marco regulatorio y fiscal europeo, dificultan la estandardización de los productos financieros y su comercialización a escala continental; en segundo lugar, por la existencia de supervisores diferentes y, a veces, hasta condiciones dispares, lo que conlleva todo ello problemas continuos que van desde el arbitraje regulatorio de la vida financiera diaria al problema de la coexistencia de formas contables diferentes para las grandes empresas respecto a las pymes, todo lo cual dificulta la comparabilidad de los balances y cuentas de resultados. Hay que añadir un tercer problema, el de que a los mercados más pequeños corresponde un tamaño empresarial más reducido, que automáticamente aumenta las dificultades de acceso al mercado de capitales.

Esa serie de dificultades en el aspecto operativo de los mercados encarece los costes de transacción en el ámbito transfronterizo y disminuye la liquidez. Puntualización de todo esto es el agobio que existe en la Eurozona y que para España dispara una serie de riesgos que ya nada menos que en 1959, en un Curso de Verano, había puntualizado Per Jacobsson, aquel director del FMI que en ese mimo año tanto había respaldado una adecuada política económica para España.

Tras todo lo dicho, creo que queda claro que estamos bordeando una situación peligrosa, tanto por lo que sucede en la economía de países lejanos, como por lo que ocurre en la Eurozona. Todo eso ha generado un fenómeno de financialización, de endeudamiento y de colaterales -a veces pasajeras- especulaciones alcistas, planteado todo al mismo tiempo, y que por tanto es imposible que no afecte a España, y ello de modo que será fuerte y negativo el impacto si abortamos una política económica acertadísima.

España, en sus planteamientos respecto a la situación económica, ha de pensar que ha abandonado a partir de 1959 el conjunto de normas propias de una economía nacional y, por ello, en la nueva etapa ha pasado a ser una economía muy abierta, enclavada directamente en el ámbito de la Eurozona. Eso es lo que explica el fortísimo incremento de nuestro PIB por habitante, y en su igualación medida por el índice de Gimi, periodo que va desde 1959 a 2015. Esa necesaria política económica nada se parece a la que se ofrecía en el programa de aspiración al Gobierno que experimentó un rechazo parlamentario hace unos día y, por ello, desde el 4 de marzo de 2016 es necesario plantear otra política económica, y hacerlo de modo muy concreto y con rapidez a causa de lo que sucede en los mercados financieros internacionales. Porque de ahí procede la llegada o el abandono de capitales generados más allá de nuestras fronteras que son fundamentales para España, o incluso, que capitales españoles se vayan al extranjero. Todo ello puede ser el fruto de una política económica inadecuada.

El futuro de la economía española, depende, no sólo de la obsesión por si se venden o no las naranjas, o por las cotizaciones de los automóviles producidos aquí, sino además por lo que se deriva de la situación financiera internacional en la que está integrada la española. El ignorarlo es olvidar, por ejemplo, lo que para España supuso no saber actuar de un asturiano, Manuel Argüelles, Ministro de Hacienda, ante el inicio de la Gran Depresión, desoyendo lo que Keynes, Bernácer, Olariaga, o sea economistas de primera fila, aconsejaban para España. Es desde luego, ese planteamiento erróneo lo que se encontraba en ese programa político que se intentó aprobar y fracasó, afortunadamente, en el Parlamento.

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