La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cien líneas

Realidad

El acuerdo entre la UE y Turquía sobre los refugiados ya opera. El jueves fueron redirigidos al país euroasiático cerca de cien inmigrantes irregulares. Procedían de Marruecos, Argelia, Túnez y Pakistán. Por cierto, nada que ver con la guerra de Siria. No eran refugiados en el sentido estricto -y jurídico- de la palabra. Ayer, doscientos más siguieren la misma suerte. Y así sin tregua.

Zeid Ra'ad Al Hussein, Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, ha acusado desde Ginebra a las autoridades europeas de violar principios fundamentales como la solidaridad y la dignidad. "Me preocupan las posibles expulsiones colectivas y arbitrarias, que son ilegales. Las restricciones en las fronteras que no tienen en consideración las circunstancias de cada individuo violan el derecho internacional y europeo", ha dicho.

Vamos que Europa no es el paraíso de la Novena Sinfonía y todos con los ojos en blanco mientras suena. Europa, como siempre indica Bueno, sigue el esquema de la biocenosis, de una comunidad que vive de devorarse unos a otros. Ahí está la primera mitad del siglo XX para demostrar hasta qué abismos llegamos a caer.

La crisis de los refugiados no es lo que se dice aunque el sufrimiento sin duda es aún mayor de lo que se cuenta. En todo caso quita el velo a la ficción europea: un edén sostenido por EE UU para que la URSS no se merendase el continente. Ahora que cada palo aguante su vela.

Adiós al cuento de hadas. Ojo, a los refugiados no los empuja solo la guerra, el hambre y la desesperación.

Compartir el artículo

stats