Martín: "Mis amistades me miran raro desde que les comuniqué mi decisión de darme de baja en las redes sociales. Ni una fotografía más de mis excursiones, viajes y celebraciones. Ni un selfie más con cara de estar pasándomelo en grande. Ni una imagen más con los dedos en señal de victoria ante un cachopo de tamaño XXL. Adiós a las puestas de sol, a los vídeos de mi gata 'Campurriana', a las frases filosóficas y de autoayuda, a las cadenas de solidaridad, a los comentarios con palabras recortadas sobre los últimos desaguisados políticos. Se acabó mi labor como crítico sin sueldo de cine y literatura, basta de debates estériles con gente que sólo se lee a sí misma. Me cansé de ir a una ciudad que no conocía y estar más pendiente de subir fotos de sus monumentos que de disfrutarla. Me doy de baja de tanta pérdida de tiempo exhibiendo lo que hago y poniéndome al día de lo que hacen los demás en su tiempo libre, y que muchas veces no es más que una forma de alardear de lo muy felices que son, aunque yo sé, porque me consta, que tanta dicha a menudo esconde un vacío permanente. De mis 566 'amigos' o seguidores sólo rescato a una mínima parte, el resto son desconocidos o conocidos que no me interesan o a los que no intereso. No quiero ni busco ligar, no busco ni quiero sentir que estoy al día en asuntos virtuales y me espanta cuando doy una vuelta por algunos perfiles y me encuentro con tanta intolerancia, tanto insulto, tanto estrépito sin sentido, tanto anónimo salvaje. Al principio me divirtió, me interesó, me fascinó incluso. Ya no, y por eso se lo dije a mis amistades: me voy de ahí, si queréis saber de mí, llamadme, quedaremos, nos miraremos a los ojos, reiremos o lloraremos o nos indignaremos sin emoticonos, comentaremos fotos y os tocaré cuando necesite ese contacto, oiré vuestra voz y ya sabré cómo estáis, porque no habrá muros entre nosotros".
