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Joaquín Rábago

Explotación de la miseria adolescente

Durante mi etapa de corresponsal en la RFA, a finales de los setenta, se publicó en aquel país el relato autobiográfico de una menor que documentaba la dramática situación de unos adolescentes, muchos de familias desestructuradas, a quienes la drogadicción había llevado a prostituirse. He pensado en él al leer ahora en el semanario italiano "L'Espresso" un estremecedor reportaje sobre una situación similar que tiene como protagonistas a muchos menores que se buscan la vida en Roma. Son miserables inmigrantes procedentes en su mayoría de Egipto. Duermen donde pueden, en los jardines próximos a las Termas de Diocleciano o en cualquier portal o alcantarilla, y se buscan la vida en los alrededores de ese vientre de la capital que es su estación Termini.

El autor del artículo ha entrevistado a algunos de esos muchachos como los egipcios Fathi o Abdul, que le cuentan cómo hombres maduros les pagan 50 o más euros a cambio de ciertos servicios sexuales. "Viene a veces a buscarnos un hombre rico, tiene una casa y es inglés. Puedes tomar allí una ducha caliente y te enseña fotos y vídeos de otros niños que hacen el amor. Luego te da 50 o 100 euros", cuenta Abdul. Según el periodista, el pederasta resultó ser un estadounidense, ingeniero de una gran empresa aeronáutica, cuyo pasaporte indicaba frecuentes viajes a Bucarest, Brasil y Roma.

Un menor de sólo doce años dice que su madre pagó 5.000 euros a un traficante para que pudiera hacer la travesía por barco desde Alejandría y que tiene que reunir ahora esa cantidad en Roma para devolverla. "He intentado ir a los mercados de fruta, pero te dan sólo dos o tres euros por ayudar a descargar. Y muchos te dicen que eres muy pequeño y no te quieren", explica el muchacho, que no se atreve a contar a su madre la situación.

Según Europol, no hay rastro de 10.000 menores no acompañados que llegaron a Europa en 2015 procedentes de Egipto, Eritrea, Somalia o Siria. En Roma y su provincia son más de 2.400 los menores desaparecidos, de los que más de 2.200 son extranjeros, muchos de los cuales acaban en las redes de la delincuencia organizada. También muchos toman drogas baratas, pastillas antidepresivas u opiáceos que les hacen tener la impresión de "ser invencibles" o les ayudan a soportar ciertas "prestaciones sexuales".

Es la más cruda explotación de la miseria adolescente.

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